Serie "Lidera como Jesús"
"Ellos le dijeron: Rabí, ¿donde moras? Les dijo: Venid y ved. Fueron y vieron donde moraba, y se quedaron con él aquel día, porque era como la hora décima" (Juan 1:38,39).
Este pasaje relata acerca del primer encuentro entre Jesús y dos de los que serían sus discípulos: Andrés y muy probablemente Juan.
Ellos habían decidido ser discípulos de Juan el bautista (Juan 1:35). Lo seguían, lo escuchaban, lo estudiaban, aprendían de él, le hacían preguntas, intentaban imitarle (esto es lo que hacía un discípulo con su maestro).
Pero de pronto, el mismo Juan el bautista les dice en otras palabras: "Miren, ese hombre que ven ahí, es superior a mí. EL es el Hijo de Dios" (Juan 1:19-34).
¿Qué harías tú?
Juan 1:37 dice que "le oyeron hablar los dos discípulos, y siguieron a Jesús".
¿Qué otra cosa se puede hacer si estás delante del Dios Altísimo mismo?
Y cuando comienzan a seguirle, de pronto, el Señor se frena y les pregunta: "¿Qué buscáis?".
Ellos, quizás con palabras nerviosas entrecortadas, responden: "¿dónde moras?".
En otras palabras: "Queremos pasar tiempo contigo y conocerte a ti".
Y allí sucede lo inexplicable. Jesús hace la más sublime invitación que un ser humano pudo tener en la tierra: "Venid y ved" (Juan 1:39).
Uhhhh….. Nunca en la historia de la humanidad existió algo igual: el pecador entra a la casa de Dios mismo a conocerle, admirarle y amarle...
¿Imaginas algo igual?
Sin embargo, muchas veces nosotros como líderes cometemos el error de ser distantes.
He conocido el caso donde la esposa de un pastor estaba a punto de quedar ciega y nadie de aquella congregación sabía absolutamente nada. ¿La razón? "Debemos mantener nuestra intimidad".
También se de pastores que mantienen tan en reserva donde viven, que es un milagro si uno o dos hermanos saben la dirección de su casa.
Está claro que el líder debe ser también sabio guardando a los suyos de excesos donde ya no se puede mantener una vida familiar.
Pero, el otro extremo, es no abrir mi vida para que me conozcan tal cual soy.
Por supuesto, eso no lo puedes hacer con todos. Pero, ¿por qué mantener la distancia y el misterio con aquellos que Dios puso más cerca tuyo?
Aunque lo enmascaremos de prudencia y sobriedad, se trata ni más ni menos que del viejo orgullo.
Imaginamos que si sólo le permitimos ver a los hermanos nuestros aciertos, ellos aprenderán sólo lo bueno.
¡Esta es una verdad a medias!
¿Acaso tú no aprendiste también de los errores de aquellos que te lideraron a ti?
Abre tu vida, se como eres en realidad, déjalos ver cómo actúas en tu día a día, que conozcan a tus hijos, que las hermanas puedan ver los resultados de tu realidad en tu esposa, no tengas miedo de permitirles saber de tus luchas, desánimos y clamores delante de Dios.
Si realmente amas a Dios, ellos verán a un hombre... no al súper héroe que imaginaban o que tú quieres que imaginen... verán a un hombre cuyos pies a veces se ensucian en el polvo de este mundo, pero con los ojos en el cielo. Un peregrino que por momentos con dolor extraña su patria. Un soldado débil que se fortalece cada día de batalla en la gracia de Dios.
Esto no sólo será bueno para aquellos que lideras.
Esto será también realmente provechoso para ti, cuidándote del orgullo, y permitiendo que a veces seas corregido por los hermanos entre los que Dios te ha puesto.
Piénsalo un poco, ¿cuanto se evitaría de esta manera?
Mira el ejemplo de liderazgo de Jesús. Un lider que busca ser como EL, ¡deja que le conozcan!
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