Como pastores, no le predicamos a sillas vacías, en la Iglesia hay gente. Y ellos pueden influenciarnos más de lo que a veces somos conscientes.
El movimiento de una persona, un niño que llora, alguien que se duerme, un recuerdo, una risa, lágrimas, etc, etc… pueden disparar pensamientos que logren, o arruinar un sermón, o conducirlo en adoración a Dios.
Y no sólo mientras predicamos sucede esto. Sino que aún en la preparación del sermón (al pensar en alguien al hacer el bosquejo, por ejemplo), los pensamientos tienen el potencial de afectarnos notablemente.
Veamos 6 pensamientos que pueden aparecer por nuestra mente en esos momentos y llevarnos al error:
- “Vinieron personas nuevas a la reunión. Tengo que convencerlos a través de una buena predicación para que decidan quedarse definitivamente en esta congregación”.
Es el Señor el que añade a la Iglesia a los suyos (Hechos 2:47). No es un negocio en el cual queremos más clientes. Sino que nuestro anhelo es ser fieles con aquello que DIOS NOS CONFÍA (Mateo 25:14-30; Hechos 20:28).
Habrán elegido bien al formar parte de esta congregación si esa es la voluntad específica de Dios para ellos. Sino no. - “Uhh… ahí está fulano de tal que habló mal de mí. Este versículo es justo para responderle a lo que dijo. Ya va a ver”.
El púlpito no existe para defenderte a ti. El púlpito es el lugar donde Dios habla a través de Su Palabra (1 Tesalonicenses 2:13; 2 Corintios 2:17) para principalmente:
· Su gloria (1 Pedro 4:11)
· y "el perfeccionamiento de los santos y la edificación de la Iglesia” (Efesios 4:12).
Si vives para defenderte ya no sirves al Señor sino a ti mismo (Job 31:27,28).
Esto por supuesto no quita que Dios a veces quiera que protejas a la congregación de ataques (Romanos 3:8).
Asegúrate de donde vienen tus motivaciones. - “¿Qué versículo puedo usar en esta predicación para mostrarle a mengano que está muy mal lo que está haciendo?”.
Lo que debe corregirse en alguna persona específica debe hablarse de forma específica con la persona.
Muchas predicaciones en Iglesias son referencias veladas a ciertas personas, y los hermanos piensan: “ahí está hablando de fulano. Ahhh... ahora de mengano”.
¡Esto daña mucho y forma una distancia entre el pastor y la congregación, y aún entre los miembros en general! (Proverbios 10:14; 12:18).
La Iglesia debe participar de la corrección de alguien, sólo en un caso extremo de disciplina (Mateo 18:15-17). - “Ayyy... que bien está saliendo la predicación. Todos están escuchando. Los miembros estables de la congregación deben estar contentos de que Dios los haya traído a esta Iglesia”.
Similar al punto uno. Añadiendo: el ego... qué compañero trágico. - “Estoy cansado de que me critiquen. Si digo esto y lo otro, los hermanos van a ser más misericordiosos y ya no van a juzgar tanto”.
Similar al punto dos.
El púlpito no es tu lugar para formarte un ministerio más seguro. - “¿Por qué se ríe ese hermano?. Está burlándose de mí o simplemente no le importa lo que estoy enseñando”.
Llegar a una conclusión apresurada de una reacción de alguien que escucha el sermón es peligroso (Proverbios 12:20).
Las reacciones, movimientos y expresiones de las personas son muy fáciles de entenderse mal.
Un tiempo atrás, en un estudio bíblico, me pareció por la expresión, que cierta persona se estaba aburriendo, y me preocupó. ¿Qué estaba sucediéndole?.
Luego me enteré que ese joven no estaba aburrido, estaba llorando...
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