Uno de los grandes peligros del ministerio pastoral es errar con el diagnóstico de nuestra condición.
¡Cuantas veces imaginamos ser lo que en realidad no somos! (Santiago 1:23,24).
El orgullo nos lleva a concentrarnos en los errores de aquellos que pastoreamos, mientras perdemos la noción de cuanta gracia necesitamos nosotros mismos.
Tal vez hasta lo hacemos con la loable intención de ayudar a los hermanos en sus peligros. Pero... ¿dejamos de percibir cuanta necesidad de ayuda nosotros también tenemos?.
Vemos con facilidad adiestrada las equivocaciones de otros pastores, pero... ¿miramos para otro lado con las propias?.
Nos aferramos al más mínimo éxito o buena opinión de alguien, para imaginar que ya no necesitamos predicarnos a nosotros mismos de forma constante.
¿A qué me refiero con predicarnos a nosotros mismos?.
Romanos 2:21 nos amonesta de forma tajante: “Tú, pues, que enseñas a otro, ¿no te enseñas a ti mismo?”.
Es así, como perdemos una más real noción de cómo somos, nos enamoramos de nuestros aciertos, nos vemos con poca necesidad de gracia constante, y luego nos ponemos siempre como ejemplo.
Como Richard Baxter escribió: “estoy avergonzado de admitir que el orgullo ha llegado a ser tan obvio en nuestros sermones y escritos que todo el mundo lo puede ver” (“The Reformed Pastor”).
No sólo se trata de luchar para no caer en el error de ponernos a nosotros mismos todo el tiempo como ejemplo: lo cual le permite ver a los demás nuestro orgullo en exposición (Proverbios 27:2).
Se trata, principalmente, de predicarnos a nosotros mismos las verdades que enseñamos y descubrir cuanta gracia necesitamos cada día en nuestros intentos y fracasos de vivirlas. Este es un buen remedio ante la auto-referencia dominical.
- Sí, quizás hay puntos que Dios ha tratado en nuestra vida y pueden serle útiles a los hermanos de la congregación.
- Sí, tal vez en cierto aspecto de nuestra vida el precioso dominio propio suele tener sus victorias (2 Timoteo 1:7).
- Pero si nos atrevemos a ser sinceros con nosotros mismos y llamar las cosas por su nombre, ¿cuanto en nosotros necesita aún de un rescate constante y misericordioso de Dios?.
.
Gracias Luis. Totalmente de acuerdo contigo. Que El Señor nos ayude a ver primero nuestros errores y pecados.
ResponderEliminarSin duda por momentos es de todo menos agradable, pero vaya si es necesario.
ResponderEliminarUn abrazo grande mi querido Luis Walle