LA COMUNIÓN INTIMA CON DIOS Y NUESTRAS MAÑANAS 1ª parte



En los últimos devocionales avanzamos un poco más en la respuesta de Dios a David.
Salmo 15:1,2 "Jehová, ¿quién habitará en tu tabernáculo?
¿Quién morará en tu monte santo?
"El que anda en integridad y hace justicia,
Y habla verdad en su corazón".

David pregunta a Dios: “Dios, ¿como puedo permanecer en comunión intima contigo?”
Dios, en palabras muy sencillas, responde a la pregunta de David: “cuida tus hábitos diarios”.
“Debes tener hábitos de justicia, hábitos santos. Actuar recta y piadosamente no solo un momento, sino practica habitualmente la piedad”.

El Salmo en sí, aunque no es una lista exhaustiva, continúa enseñándonos algunas prácticas justas, rectas, algunos hábitos piadosos.
Pero para ayudarnos a formar hábitos piadosos vamos a detenernos en 2 prácticas justas, piadosas, muy importantes.

Pero antes una aclaración: NO BUSCAMOS PRACTICAR JUSTICIA PARA SALVARNOS POR NUESTRA PROPIA JUSTICIA. ¡NO!
Los que estamos en Cristo ya somos salvos.
Buscamos agradar a Dios y caminar con él diariamente porque EL nos salvó y puso ese querer como el hacer.
No somos salvos por obras sino para obras (Efesios 2:8-10).

Ahora sí:
Cuantas veces, hermanos, nos relacionamos con Dios un día, y luego nos vamos, como si nada, para volver quizás una semana después.
Como si habláramos con alguien y de pronto lo dejáramos hablando solo. Y volvemos a la semana siguiente como si nada.
O como puede suceder con una persona con la que no quieres estar. Simplemente no quieres pasar tiempo con ella. No te interesa.
Con Dios es lo mismo. Todo esto es despreciar a Dios, valorando más otras cosas.
Recuerda que cuando David pecó con Betsabé, Dios le dijo: “me menospreciaste” (2 Samuel 12:10).
Cuando menospreciamos a Dios en nuestra relación con EL, es cuando vivimos mundanamente. Y esto es totalmente evitable.

Vamos a ver dos prácticas que nos pueden ayudar mucho. Entre hoy y mañana veremos la primera y la semana que viene continuaremos con la segunda:

1- LOS PRIMEROS PENSAMIENTOS DEL DÍA
Es un gran hábito comenzar nuestro día pensando en Dios y Su Palabra.
Antes de ocuparnos de cualquier otra cosa, antes que las otras responsabilidades, antes que las preocupaciones llenen nuestras mentes, es necesario pasar tiempo en quietud con Dios:
Salmo 119:147 "Me anticipé al alba, y clamé; Esperé en tu palabra.".
Aquí habla de dos cosas:
1- “clamé”
2- “esperé en tu Palabra”
La oración y la Palabra de Dios.
Aquí nos habla de la practica de comenzar el día con Dios.
Primero podemos comenzar pidiéndole al Señor sabiduría para acercarnos a Su Palabra (Santiago 1:5).
La primera oración suele ser un tanto fría y sin mucha fe (a no ser casos excepcionales).
Por eso es bueno comenzar de a poco, pensando en lo que vamos a hacer y en nuestra necesidad de que Dios nos de sabiduría para tener la capacidad de extraer perlas preciosas de las Escrituras.
La Palabra de Dios está llena de tesoros, pero somos nosotros, en nuestra naturaleza humana, los incapaces de encontrarlas. Por eso es bueno pensar un poco en que la comprensión, el deleite, la certeza y la confianza en la Palabra de Dios es por obra del Espíritu de Dios (Salmo 119:135; Juan 16:13; 1 Corintios 2:14).

Luego de pedirle humildemente al Señor leemos algún pasaje bíblico.
Para esto es importante saber que no se trata de acumulación de versículos. “Si leo 10 me va a ayudar. Si leo 100 me va a ayudar muchísimo más. Y ni hablar si leo 1000”.
¡NO! NO funciona así.
Cada día el alimento matutino puede ser diferente. Pero a veces puede que simplemente todo lo que hayas leído sea un sólo versículo. Pero éste fue un alimento sólido para todo el día.
No porque no tuvieras tiempo. Quizás estuviste mucho tiempo con ese versículo. Sino porque encontraste tanta profundidad en ese versículo que tu mente se llena de pensamientos altos acerca de Dios, la vida, el ser humano, o el tema que sea.

Para esto es fundamental aprender la práctica bíblica de meditar. Por supuesto no meditar como lo hacen las religiones orientales. Sino meditar en la Palabra de Dios.

George Muller: “A través de la lectura de la Palabra de Dios, y especialmente a través de su meditación, el creyente se informa sobre la naturaleza y el carácter de Dios. Además de la santidad y de la justicia de Dios, percibe que Él es un Padre sumamente amable, amoroso, clemente, misericordioso, poderoso y sabio” (“The Autobiography of”).
Un ejemplo de esto lo encontramos en el Salmo 119 que habla mucho de la Palabra y de meditar en ella: Salmo 119:48; 119:14,15 (Salmo 119:23,78,97).

Leemos, pensamos, buscamos comprender lo más profundamente posible lo que Dios habla en ese pasaje, nos examinamos ante él, lo aplicamos a nuestra vida.
Necesitamos morder suave y lentamente ese pan, y digerirlo cuidadosamente. Allí hay muchísimo más de lo que uno puede descubrir al comerlo apurado y neciamente.

Algún plan de lectura anual te puede ayudar. O sino puedes leer algún devocional serio donde verdaderamente puedas estudiar la Palabra de Dios cada mañana.

Luego del tiempo de lectura es bueno orar por lo que leímos.
Si fue un pasaje donde vimos atributos de Dios, meditamos en como es:
“Meditaré en todas tus obras” (Salmo 77:12)
“Y en tus hechos maravillosos meditaré” (Salmo 145:5) (lo mismo en el Salmo 119:27)
 Y lo adoramos.
Si fue un pasaje de exhortación pedimos perdón por nuestras fallas al respecto y clamamos que nos ayude a cambiar.
Si fue un pasaje que nos mostró su misericordia para con nosotros, luego de meditar un poco en eso, le agradecemos por ese aspecto tan hermoso de Dios: “Alabaré de mañana tu misericordia” (Salmo 59:16).
El Salmo 90:14 dice: “De mañana sácianos de tu misericordia. Y cantaremos y nos alegraremos todos nuestros días”.
Y el Salmo 92:2: “Anunciar por la mañana tu misericordia”.
Y también le pedimos a Dios que nos guíe en todas las cosas que puedan suceder ese día:
Salmo 143:8 "Hazme oír por la mañana tu misericordia,
Porque en ti he confiado;
Hazme saber el camino por donde ande,
Porque a ti he elevado mi alma".

Un ejemplo máximo de esto fue Jesús. Los evangelios están llenos de relatos donde Jesús se levantaba muy temprano a la mañana para orar.
Por ejemplo: antes de llamar a sus 12 discípulos más cercanos, Lucas 6:12,13 dice: “En aquellos días él fue al monte a orar, y pasó la noche orando a Dios. Y cuando era de día, llamó a sus discípulos, y escogió a doce de ellos”.
Si esto hacía el Hijo de Dios, ¿nos hará falta a nosotros para tomar decisiones diarias?


Luis Rodas


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