Cuantos predicadores se presentan delante de la congregación como si fueran a leer un boletín informativo del mes o la lista de compras del supermercado.
Sin carga, sin anhelo, sin el quebrantamiento de aquel que sabe que está "delante de Dios" (2 Corintios 2:17), sin clamor...
El predicador se desespera delante de Dios (Efesios 6:18,19). El predicador lucha con Dios para saber si el bosquejo es exacto como EL lo quiere.
Y aún pide oración como Pablo: "hermanos, orad por nosotros, para que la palabra del Señor corra y sea glorificada" (2 Tesalonicenses 3:1).
El predicador batalla hasta el día de la exposición para saber si el que lo llamó aprueba su bosquejo (2 Timoteo 2:15).
La predicación es un milagro (1 Tesalonicenses 1:5), y el predicador que teme a Dios se desespera por ese milagro.
El predicador es un hombre con un tema que arde en su corazón (Jeremías 20:9), y se desespera porque sus oyentes entiendan su tema para que lo vivan.
¡El arde por eso!
El predicador no sólo informa. El predicador muere por formar a sus oyentes (Gálatas 4:19).
Muere por el cambio en la vida de sus oyentes con el tema que arde en su corazón.
¿Cómo llegó ese tema al corazón de ese predicador?
Mientras preparaba ese mensaje.
¿Eres tú predicador?
.
0 comentarios:
Publicar un comentario