"Y dio a luz a su hijo primogénito, y lo envolvió en pañales, y lo acostó en un pesebre, porque no había lugar para ellos en el mesón" (Lucas 2:7).
Como ya hablamos en el devocional de ayer, no existió error alguno: que no hubiera "lugar para ellos en el mesón", y que Jesús naciera en un comedero de animales era el plan milimétricamente trazado de Dios.
En esto vemos dos menosprecios bien claros:
1- Del mundo hacia el Señor
2- Del Señor hacia el mundo
DEL MUNDO HACIA EL SEÑOR
Si acaso Augusto César (mencionado en el primer versículo) se hubiera dignado a acercarse a aquel mesón, ¿qué hubieran hecho los propietarios?
No sería extraño que vaciaran el hospedaje por completo para recibir a tan distinguida personalidad.
Pero ante el nacimiento del Rey de reyes y Señor de señores no presentan el menor respeto, ni aún apenas misericordia: "no hay lugar" para EL.
Sorpresivamente leemos en el relato de Lucas que no sólo el Rey de reyes y Señor de señores no encuentra un lugar digno para nacer, sino que "el Hijo del Hombre no tiene dónde recostar su cabeza".
"Las zorras tienen guaridas, y las aves de los cielos nidos", pero EL no tiene un lugar propio donde ni apenas descansar (Lucas 9:58).
¡Vaya forma del mundo de menospreciar a "quien sustenta todas las cosas" (Hebreos 1:3)!
EL "fue menospreciado, y no lo estimamos" (Isaías 53:3).
DEL SEÑOR HACIA EL MUNDO
Mientras nosotros muchas veces nos dejamos deslumbrar por la gloria de este mundo y el respeto de los hombres (Mateo 23:5-7), Jesús menospreció por completo todo eso (Juan 6:14,15).
Allí está el Señor a quien "adoran todos los ángeles de Dios" (Hebreos 1:6), "envuelto en pañales" y recostado "en un pesebre" (Lucas 2:7).
EL afirmó: "Gloria de los hombres no recibo" (Juan 5:41).
A lo que se refería es que EL no vino a intentar lograr que los hombres lo pongan en un lugar preeminente y destacado en la sociedad. ¡NO!
El vino a glorificar a Su Padre en la tierra (Juan 17:4) y a que sea el Padre quien lo glorifique delante de los hombres (Juan 8:54; Filipenses 2:9,10).
El buscaba "la gloria que viene del Dios Único" (Juan 5:44) y no la que otorga este mundo (Juan 8:50).
Siguiendo este ejemplo, el apóstol Pablo dijo con toda claridad:
"Pero lejos esté de mí gloriarme, sino en la cruz de nuestro Señor Jesucristo, por quien el mundo me es crucificado a mí, y yo al mundo" (Gálatas 6:14).
Si es el Señor el que te otorga cierto lugar, adora a Dios y sírvele con humildad. Pero NO busques ganar nada de esto de los hombres. Si ganas por tus propios medios respeto o reputación de los hombres, te estás engañando con lo que la Biblia llama "vanagloria" (1 Juan 2:16), y "ya tienes tu recompensa" (Mateo 6:5).
Luis Rodas
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