EFECTOS DE LA COMUNIÓN INTIMA CON DIOS (2). Primeros pensamientos del día


"Jehová, ¿quién habitará en tu tabernáculo?
¿Quién morará en tu monte santo?"
(Salmo 15:1)

En el devocional anterior vimos que aquí David está preguntando, en un lenguaje metafórico, “Dios, ¿cómo alguien puede vivir en comunión intima contigo?”.
Y estudiamos algunos primeros beneficios de caminar con Dios

Hoy podemos decir que, otro punto a tener en cuenta, es que cuando vivimos en comunión intima con Dios experimentamos de protección especial y cercana. Por esto David escribe en el Salmo 27: "Porque él me esconderá en su tabernáculo en el día del mal; me ocultará en lo reservado de su morada" (Salmo 27:5).

Cuando crucificamos nuestra carne y vivimos en comunión intima con Dios, las tentaciones disminuyen y las que inevitablemente continúan se vuelven menos poderosas en nosotros.
Nuestra carne se comunica perfectamente con el espíritu de este mundo. Las tentaciones tiran, combaten, se vuelven tarde o temprano insoportables. En la carne todo es más tentador y las promesas de este mundo se vuelven filosamente más creíbles.
¿Por qué?. Porque está dominándonos nuestra mente carnal. La “vanidad de la mente” lo llama Efesios 4:17.

Cuando vivimos en comunión intima con Dios estamos en la torre de protección del Señor. La triple coalición que nos ataca (el diablo, el mundo y la carne) dejan de dominarnos y nos encontramos fuertes en Dios. Allí decimos: "Yo habitaré en tu tabernáculo para siempre; estaré seguro bajo la cubierta de tus alas" (Salmo 61:4).
Porque “el que habita al abrigo del Altísimo
morará bajo la sombra del Omnipotente” (Salmo 91:1)
Por esto Efesios 6:11 nos dice: “vestíos de toda la armadura de Dios, para que podáis estar firmes contra las acechanzas del diablo”.

No tenemos más opciones:
-o estamos siendo guiados en la comunión intima con Dios hacia una vida de adoración
-o estamos siendo guiados por nuestra carne hacia el mundo.

En el descuido la corriente de este sistema de valores mundanos nos arrastra. Solo en la comunión intima diaria con Dios somos guardados de la vanidad de este mundo, y hacemos nuestra la oración del salmista: "Inclina mi corazón a tus testimonios,
y no a la avaricia.
Aparta mis ojos, que no vean la vanidad;
avívame en tu camino"
(Salmo 119:36,37).

Las obras de la carne nos guiarán a lo peor (Gálatas 5:19-21). Pero si por el contrario andamos en el Espíritu veremos Su fruto en nuestra vida (Gálatas 5:22,23).
Debido a esto el mandato en Gálatas 5:16 es: “Andad en el Espíritu, y no satisfagáis los deseos de la carne”.

Esto se hace aún hermosamente palpable en nuestras aflicciones. Al vivir en comunión intima con Dios, en nuestras aflicciones decimos: "Si tu ley no hubiese sido mi delicia,
ya en mi aflicción hubiera perecido" (Salmo 119:92)
Cuan diferente es ver nuestra vida, y poder suspirar en el caminar intimo con Dios:
"Cuando yo decía: Mi pie resbala,
tu misericordia, oh Jehová, me sustentaba.
En la multitud de mis pensamientos dentro de mí,
tus consolaciones alegraban mi alma"
(Salmo 94:18,19). 




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