“Los verdaderos adoradores adorarán al Padre” (Juan 4:23).
La verdadera adoración nace de un corazón que prefiere a Dios en todas las cosas. Parte de un orden donde algo valoramos menospreciando el resto.
Adoramos eso que valoramos por encima de lo demás. Allí va nuestra mente, fuerzas, corazón y alma.
De esta adoración habló Jesús cuando dijo: “Ninguno puede servir a dos señores; porque o aborrecerá al uno y amará al otro, o estimará al uno y menospreciará al otro” (Mateo 6:24).
Hace poco hablé con un joven cristiano que me contaba que por su trabajo iba regularmente a zonas marginales de la ciudad realmente peligrosas. Unos días atrás un policía mismo le dijo que salga de ahí rápido que le iban robar.
Enseguida pensé: si una Iglesia preguntara a sus miembros quien quiere ir esa semana a evangelizar a uno de esos lugares, ¿cuantos irían?
¿Cuantos se quejarían diciendo que la congregación está cometiendo un exceso por incitar a semejante cosa?
¿Cuantos padres comenzarían la “rebelión de Core” (Judas 11) si algún hijo decidiera ir?
Es llamativo que este joven cristiano no se queja en absoluto por ir a esas zonas marginales porque gana dinero por hacerlo. Tampoco sus padres presentan la menor objeción, se trata de dinero y hay que esforzarse por ganarlo.
La pregunta es casi obligatoria: ¿a quién adoramos entonces?
Luis Rodas
.
Etiquetas:
Ultimos pensamientos del dia
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
0 comentarios:
Publicar un comentario