Estas palabras que alientan a todo aquel que trabaja fielmente en la obra de la predicación, fueron escritas por aquel gran predicador puritano inglés del siglo 17: Jeremiah Burroughs
Puede ser que a veces un ministro de Dios se desanime y piense para sí: "Señor, ¡qué duros que son los corazones de los hombres, y que difícil que es trabajar en ellos! He trabajado con todas mis fuerzas. He estudiado y tratado de dar todos los argumentos que me fuera posible, los argumentos más emotivos que yo podía imaginar.
Mientras estaba preparando la predicación, he pensado para mí: 'Sin duda, si el Señor se complace en bendecir estas verdades que he de entregar, van a trabajar profundamente en los corazones de la gente'".
Y cuando llegó el momento de la predicación de ese sermón, el ministro encuentra que no sucede absolutamente nada de lo que esperaba, y ora: "¿Por qué, Señor?, ¿qué debo hacer? Creo que no se pueden hablar verdades más poderosas que las que he hablado hoy, y no ha servido de nada".
¡Oh, no, no hables así! El Señor se complace a veces en mostrar nuestra vanidad de esta manera, y así nos reprende.
Muchas veces el Señor parece pasar por alto nuestras supuestas grandes predicaciones, y, sin embargo, en otro momento, EL se complace en bendecir una palabra que apenas la hemos hablado de pasada. Y con esto provocar en otros más que con todo lo demás.
Creo que no hay un ministro fiel en el mundo que no sepa que esto es cierto.
Sin embargo, esto NO es un argumento para que un ministro no trabaje con todas sus fuerzas y busque los argumentos más fuertes para sus predicaciones.
Él está obligado a cumplir con su deber. El debe prevalecer, más allá del desanimo, y Dios, puede bendecir mucho de su trabajo.
Por lo tanto, quiero exhortarte con las palabras de Eclesiastés 11:6:
"Por la mañana siembra tu semilla, y a la tarde no dejes reposar tu mano; porque no sabes cuál es lo mejor, si esto o aquello, o si lo uno y lo otro es igualmente bueno".
Por tanto, los ministros deben seguir y sembrar su semilla y predicar persistentemente.
Siembra tu semilla en la mañana, y a la tarde no dejes reposar tu mano.
Predica una y otra vez, y deja que la Palabra de Dios sea expuesta ante los corazones de la gente.
Aunque no ha obrado en el tiempo que esperabas, sin embargo, puede trabajar en otro momento.
Tú vuélvete más y más débil, más y más dependiente de Dios, el Señor puede obrar poderosamente a través de tu debilidad.
En 2 Timoteo 2:25 el apóstol dice a Timoteo:
"que con mansedumbre corrija a los que se oponen, por si quizá Dios les conceda que se arrepientan para conocer la verdad".
Repentinamente una verdad puede ser llevada por Dios a un alma. Mientras hablas ese texto o el otro, y de pronto el alma se alza a Dios.
(extraído de "Gospel Fear" de Jeremiah Burroughs. Pag, 80,81).
Luis Rodas
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Etiquetas:
Predicación
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