"¿Cuando vendré
y me presentaré delante de Dios?"
(Salmo 42:2)
Como hablamos en el devocional anterior, los salmos 42 y 43 presentan la misma situación: enemigos internos y externos que interrumpen, apagan, combaten, nuestra fluida comunión íntima con Dios.
El desánimo, la queja, la murmuración, la inmoralidad sexual, la mentira, la ira, el enojo, la amargura, la desobediencia, la pereza, y muchos enemigos más, pueden, sin duda, llevarnos a lugares oscuros, secos, confusos.
Así el salmista gime una y otra vez: "¿Cuando vendré y me presentaré delante de Dios?" (42:2).
Hay añoranza, anhelo, quebrantamiento y desesperación. Y todo enfocado en una cosa: ansía profundamente volver a estar en la presencia de Dios.
Lo sabemos por las Escrituras, Dios llena el universo (2 Crónicas 6:18) y no hay manera de escapar de EL (Salmo 139:7-12).
También sabemos que aquel que está en Cristo es "templo de Dios, y que el Espíritu de Dios mora" en él (1 Corintios 4:16; Juan 14:17). Fuimos "sellados" con EL hasta el último día (Efesios 1:13,14).
Pero, y es algo que necesitamos tener muy en cuenta, el Espíritu Santo que fue enviado a nosotros en lugar de Jesús como "otro Consolador" (Juan 14:16) para tener comunión con nosotros (2 Corintios 13:14; Filipenses 2:1), es una Persona, no una cosa. Es alguien, no algo.
Una Persona que habita en nosotros por gracia de Dios, pero que nuestras acciones pueden contristarlo (Efesios 4:17-32), disminuir su influencia en nuestra vida diaria (1 Tesalonicenses 5:19), provocar su rechazo en lo que estamos haciendo (Isaías 63:10-19; Hechos 5:1-10).
El Espíritu Santo es una Persona con la que nos relacionamos. Y como toda relación debe cuidarse (Santiago 4:5), alimentarse (Efesios 5:18). La "comunión íntima de Jehová es con los que le temen" (Salmo 25:14).
En los descuidos de nuestra vida nos alejamos de la comunión con el Espíritu Santo, y trágicamente suceden dos cosas:
1- mientras en la buena e íntima comunión con el Espíritu Santo, vamos siendo "transformados de gloria en gloria en la misma imagen (de Cristo), como por el Espíritu del Señor" (2 Corintios 3:18), nuestra mente es renovada de día en día (Efesios 4:23; 2 Corintios 4:16), somos fortalecidos en el hombre interior (Efesios 3:16), la consciencia de Dios influye en todo lo que hacemos (Efesios 1:15-19) y llena el corazón y la boca de admiración, deleite y adoración (Efesios 5:18-20); al perder la presencia de Dios nuestro "viejo hombre" vuelve a tomar lugar con todas sus inclinaciones y oscuridades.
2- al ir volviendo al entenebrecimiento de nuestra mente, cada vez nos damos menos cuenta de nuestra condición (Juan 11:10; 12:35; Proverbios 7:6-23). Y hasta, como aquellos en Laodicea, podemos llegar a enorgullecernos de nuestra carnalidad (Apocalipsis 3:14-19).
Como el autor de este salmo, necesitamos valorar la presencia y comunión con Dios como algo decisivo en nuestra vida. Tenlo por seguro: "Si Jehová no edificare la casa, en vano trabajan los que la edifican" (Salmo 127:1). Esta era la razón por la que Moisés no quería moverse de su lugar si la presencia de Dios no iba con él (Exodo 33:15).
Cuida tu caminar diario pensando que si ofendes a Dios lo has perdido todo.
Que EL escriba profundamente este clamor en nuestros corazones cada día: "¿Cuando vendré y me presentaré delante de Dios?" (42:2).
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