“El Espíritu del Señor está sobre mí, por cuanto me ha ungido para dar buenas nuevas a los pobres; me ha enviado a sanar a los quebrantados de corazón; a pregonar libertad a los cautivos; y vista a los ciegos; a poner en libertad a los oprimidos; a predicar el año agradable del Señor” (Lucas 4:18,19).
Como vimos en el devocional de ayer, Jesús no esperó absolutamente nada de los hombres. Lo esperó todo de Su Padre.
Según el listado que leímos recién, dio buenas nuevas, sanó, pregonó, dio vista, puso en libertad y predicó. Pero nada de esto lo hizo con el fin de ganar algún tipo de favor o exaltación de los hombres. Su meta fue cumplir la voluntad del Padre y hacernos bien (Juan 6:38; Hebreos 10:7; Hechos 10:38; Mateo 20:28).
En cuanto a EL mismo, Jesús consideró que todo lo que necesitaba se encontraba en el Padre (Hebreos 5:7; Juan 17:5).
¿Nosotros?
Cuando hacemos algo, ¿para qué lo hacemos?
Está claro que si respondemos sin examinarnos, el 100% de nosotros vamos a decir que lo hacemos para la gloria de Dios.
Pero no debemos minimizar el hecho de que trabajamos con un material realmente peligroso: nuestro corazón que es más engañoso que todas las cosas (Jeremías 17:9). La misma Palabra nos dice de él: “¿Quién lo conocerá?” (Jeremías 17:9). De tal manera que el mismo apóstol Pablo pensaba que su juicio sobre sí mismo podía fallar (1 Corintios 4:3-5).
El problema es que el “viejo hombre” (Efesios 4:22) aún continúa con nosotros, y él está “viciado conforme a los deseos engañosos” (Efesios 4:22).
Esto por supuesto no significa que pensemos: “bueno, si somos tan propensos a engañarnos a nosotros mismos, ¿para qué auto-examinarnos y cuestionarnos, quién puede conocerse a sí mismo?”.
Para esto no debemos olvidar 3 cosas básicas:
1- La Palabra nos insta constantemente a examinarnos (Salmo 4:4; 34:18; Hechos 24:16; Santiago 4:8-10)
2- Debemos pedirle al Señor que nos ayude a ver aún nuestros errores que muchas veces nos son ocultos (Salmo 19:12; 139:23,24; 26:2; 51:10; 119:36; Proverbios 21:2)
3- Nos ayuda mucho exhortarnos unos a otros.
Hebreos 3:13 nos explica que el “exhortarnos unos a otros” nos ayuda a batallar con “el engaño del pecado”.
Ruego al Señor que en el devocional de mañana Su Palabra nos ayude a mirar más claramente nuestros corazones al respecto.
Luis Rodas
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