“Los verdaderos adoradores adorarán al Padre en espíritu y en verdad” (Juan 4:23).
Sí, así es... El pensar en la mujer de este relato me inquieta. Algo en mi corazón comienza a inquietarse como cuando te encuentras delante aquello que te aterra.
Imaginemos a esta mujer dentro de una congregación de la actualidad.
Ella comenzó a asistir junto a su marido hace algunos años. Sus padres la llevaban todos los domingos de pequeña, hasta que alrededor de los 15 ó 16 años tomó su propio camino.
Fue tristeza de los que conocían a sus padres en la congregación saber que aquella adolescente tendría un hijo con uno de los músicos de la Iglesia.
Pronto quedó sola criando aquel hermoso bebé.
Consiguió trabajo, convivió con un hombre, luego se casó con otro, consiguió otro trabajo, se separó, y un día conoció a Andrés, con el cual tuvieron un nuevo bebé.
Aún no se casaron pero rápidamente comenzaron los problemas diversos en la relación.
Ella atribuye sus problemas económicos y de pareja al error de haber abandonado la Iglesia donde creció.
Por lo que le habló hasta el cansancio a Andrés de la necesidad de ir a la Iglesia los domingos.
El primer día Andrés fue como quien no quiere ir. Pero pronto fue entendiendo y para él se abrió un mundo nuevo.
Ella sigue sin entender mucho, pero sí confía en que por el hecho de que ya no está “apartada de la Iglesia” todo en un momento mejorará.
Ella está conviviendo con un hombre que no es su esposo. Su carácter con sus hijos y con Andrés está lleno de ira, insultos, quejas, rencor y reclamos.
Ella canta canciones en la reunión del domingo y aunque hay ciertos momentos en la predicación que se aburre, continúa yendo casi siempre.
¿Por qué?
1- La culpa que sentía por no congregarse se fue
2- y cree que mientras ella permanezca yendo a la Iglesia Dios la ayudará.
¡Esta historia es terrorífica! Y no sabes cuanto espero que te atemorice a ti también.
Es una de las tantas formas en las que, como la mujer samaritana, podemos perder el foco principal por el que nos congregamos, y no sólo eso… el punto elemental que le da sentido a la vida misma. Quitas esto y nada tiene razón de ser.
No importa lo que hagas, cómo lo hagas, lo que tengas, dejes de tener, donde vayas o dejes de ir. Jesús le enseña con supremo amor a esta mujer de Samaria en esencia dos cosas:
1- Lo que le da sentido a cada milímetro de la vida es que todo lo que vivas sea un fruto de tu amor por Dios. De lo contrario bebes y bebes pero siempre tienes sed (4:13).
2- Si esto no afecta cada aspecto de tu vida diaria e íntima, estás en un error. Vayas a donde vayas los domingos (4:17,18,20-24).
Jesús usa una expresión vital: “los verdaderos adoradores” (4:23).
O vivimos cada aspecto de nuestra vida como adoración a Dios, o somos víctimas de un engaño.
Luis Rodas
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