Nació el 18 de febrero de 1781 en Cornwall, Inglaterra.
En el año 1802 al morir su padre de tuberculosis perdió su intenso interés por las matemáticas y se apasionó en la lectura de la Biblia. A pesar de destacarse en sus estudios.
El Espíritu Santo habló a su corazón: “Buscas grandes cosas para ti. ¡No las busques!”
Acerca de sus estudios dijo: “Alcancé el punto más alto que me propuse, pero me sentí desilusionado al ver que, apenas era como una sombra”. El resultado fue que abandonó para siempre el plan de ser abogado y decidió entregar su vida al servicio de su Señor.
Aunque tuvo una gran lucha con la idea de tener que renunciar a las comodidades de esta vida. El disfrutaba de su hogar, familia y amigos. Amaba los deleites de la vida social refinada y el confort.
Por lo que su decisión no fue fácil. Se sentó, calculó el costo y decidió cumplir el mandato de su Señor: “Id por todo el mundo y predicad el evangelio a toda criatura”.
La hora de la decisión fue de mucha angustia y agonía hasta que decidió negar su autoindulgencia y ofrecerse a sí mismo.
En ese tiempo le escribió una carta a su hermana relatándole esta difícil decisión:
“Someterme a miles de cosas que puedo vivir fuera de mi comodidad es lo que mi carne no puede aceptar. Oh mi alma compárate a ti misma con el apóstol Pablo y con el ejemplo y preceptos del Señor Jesús. ¿No era su comida y bebida hacer la voluntad de Su Padre Celestial?”
El deseo de llevar el mensaje de salvación a los pueblos que no conocían a Cristo, llegó como un fuego inapagable en su alma por la lectura de la biografía de David Brainerd, el cual murió cuando todavía era muy joven, con la edad de veintinueve años.
Henry Martyn reconocía que, como fueron pocos los años de la obra de David Brainerd, había también para él poco tiempo, y se contagió de él, la misma pasión de vivir enteramente por Cristo, en el breve espacio de tiempo que le restaba. Ya que su padre antes de morir les había contagiado la tuberculosis a Henry Martyn y 3 de sus hermanos.
Al embarcar para la India en 1805, escribió:
“Si yo vivo o muero, que Cristo sea magnificado por la conversión de multitudes para él”.
Luis Rodas
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¿Qué significaba ser cristiano para ellos?
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