“Y entraron en Capernaúm” (Marcos 1:21).
Jesús se acerca a Pedro, Andrés, Jacobo y Juan, hace un gran milagro delante de sus ojos (Lucas 5:4-7), y el mundo para ellos pierde todo brillo en un instante.
La respuesta fue atronadora: “dejándolo todo, le siguieron” (Lucas 5:11).
Inmediatamente, sin descanso, Marcos 1:21 prosigue: “y entraron en Capernaúm”.
Ahora ya no eran unos cuantos pescadores luchando por su negocio. Ahora entran en la historia como el equipo que acompaña al Señor de señores.
R.T. France, en su comentario de Marcos, explica que “el nuevo 'círculo de Jesús’ reunido ya opera como un grupo definido, de tal manera que el verbo plural griego ‘eisporeúontai’ (‘entraron’ en castellano) no necesita expresar un sujeto”.
¿Entiendes lo que quiere decir?
Marcos no vio necesario aclarar quienes “entraron en Capernaúm”.
Marcos 1:16 relata: “andando junto al mar de Galilea”. Aquí está Jesús solo acercándose a aquellos que llamaría a seguirle. Los llama, y ahora dice: “y entraron en Capernaúm” (1:21). Pasa de singular a plural.
¡Ese es el gran momento!
¡Qué instante glorioso!
El relato bíblico no necesita aclarar quienes son. Y ahí están dando sus primeros pasos inseparablemente juntos por más de 2 gloriosos años, Jesús y aquellos que poseen el privilegio supremo de verle, escucharle y…. ni más ni menos que SEGUIRLE...
Uno de ellos, el apóstol Juan, escribió al respecto años después:
“Lo que hemos oído, lo que hemos visto con nuestros ojos, lo que hemos contemplado, y palparon nuestras manos tocante al Verbo de vida (porque la vida fue manifestada, y la hemos visto…)… eso os anunciamos” (1 Juan 1:1-3).
¿Te imaginas cuan intensamente latiría el corazón de ellos dando aquellos primeros pasos hacia Capernaúm?
¿Acaso no se mirarían entre ellos con ojos desorbitados aún no saliendo del shock de estar en aquel grupo?
¿Lo imaginas?
La vida se les manifestó (1 Juan 1:2), y ahora seguían, ni más ni menos, que a la Vida misma...
Luis Rodas
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