“Mirad que nadie os engañe por medio de filosofías y huecas sutilezas, según las tradiciones de los hombres, conforme a los rudimentos del mundo, y no según Cristo” (Colosenses 2:8).
Los colosenses luchaban con otras perspectivas y prácticas (2:16-23) que les dieran identidad. Por esto Pablo les escribe estas palabras.
Estaban comenzando a sufrir una especie de amnesia de quienes eran (3:12), porqué eran quienes eran (2:11-15) y para qué vivían (3:1-3).
Quisiera poder decir alguna vez que he encontrado mi identidad en Cristo y que ya no he vuelto a luchar con esto.
Quisiera poder decir alguna vez que mi mirada se posicionó tan fijamente en el Señor que Su amor marcó por completo la forma en que me relaciono con todas las personas a mi alrededor.
Una victoria de una vez y para siempre.
Pero esto NO es así.
Y lo más impactante: lucharé con esto hasta que me despida (sin ninguna lágrima debo decirlo) de este cuerpo en la resurrección (1 Corintios 15).
Aquella toma de decisiones hecha por nuestros amigos Adán y Eva, contaminó nuestro ser hasta lo más recóndito. El pecado no dejó nada por corromper (Génesis 6:5; Romanos 3:10-18; Tito 3:3).
Y si bien, los que estamos en Cristo, hemos nacido de nuevo (Juan 3:3; Tito 3:5); este “viejo hombre” (Efesios 4:22) sigue operando y desviando su mirada a la infinidad de “deseos engañosos” (Efesios 4:22) que se le cruzan por el camino. Una y otra vez. Como si nunca hubiera descubierto que las “vanidades ilusorias” (Salmo 31:6) son, sin dar más vueltas, lo que su propio nombre indica.
AMNESIA
Nuestra situación es muy similar a lo que sucedió hace poco con un corredor de Fórmula 1 (Fernando Alonso).
El tuvo un accidente haciendo unas pruebas con su auto. Al ser atendido por algunos médicos, le preguntaron por su identidad, y respondió: “Soy Fernando, tengo 15 años y corro carreras de karting”.
Su mente regresó a 1995.
El, en el transcurso de los días, recuperó su memoria.
¿Nosotros?
Necesitamos, constantemente, “renovarnos en el espíritu de nuestra mente” (Efesios 4:23) predicándonos a nosotros mismos acerca de nuestra identidad en Cristo, porqué somos quienes somos, para quién vivimos y la esperanza poderosa que tenemos en EL.
Una y otra y otra vez.
Y necesitamos una congregación de hermanos que nos lo recuerde sin cansarse y darse por vencido con nosotros (2 Pedro 1:12-15).
No necesitamos entretenimiento ni fábulas humanistas, para esto necesitamos la Palabra de Dios de forma certera y constante (2 Pedro 1:16-21).
Esto determina gran parte de nuestra conducta (3:12).
Luis Rodas
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Cultivando un carácter piadoso
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