Gratitud por la tarea que se te confió (5) CULTIVANDO UN CARÁCTER PIADOSO



“Y todo lo que hacéis, sea de palabra o de hecho, hacedlo todo en el nombre del Señor Jesús,
dando gracias a Dios Padre por medio de EL” (Colosenses 3:17).

 He visto una y otra vez a hermanos comenzar tareas encomendadas por el Señor con mucho ánimo y hermosas metas. Y del mismo modo, los he visto desanimarse y claudicar.
 Una de las más certeras explicaciones de esto la encontramos en las falsas expectativas: se espera de la tarea que nos confió el Señor cosas que ya tenemos en Cristo, y que jamás otros nos podrán dar.

 Un hombre se casa muy emocionado en febrero, pero en julio va a su pastor diciendo que cree que se ha equivocado de persona ya que ella no es lo que esperaba.
 Una mujer vive su embarazo llena de gozo y entusiasmo, pero a los dos meses de nacido su bebé se la encuentra luchando agotadoramente con la queja y la amargura. Siente que alguien está abusando de ella.
 Alguien festeja la misericordia de Dios por concederle un trabajo como tanto anhelaba. A los 6 meses siente que no lo valoran como debería y la rutina parece querer devorarlo.
 Un joven llora delante de Dios interminables lágrimas de asombro al enterarse que se lo llama al ministerio. ¡Cuan deudor a su misericordia se ve!. Al año siguiente se lo nota cansado y simplemente cumpliendo con lo mínimo sus “obligaciones”.

 ¿Qué pasó?
 Una razón muy común es que buscaron felicidad en cosas y personas que nunca pueden darle lo que sólo Dios mismo puede.

EL PORQUÉ DE LA GRATITUD
 Sea cual sea la tarea que el Señor te confió, tiene grandes momentos en el presente. ¡Sin duda! Pero también aflicciones y tropiezos (Hechos 14:22).
El gran problema es cuando buscas en el ministerio lo que sólo Dios da.

 El ministerio es un privilegio simplemente incomparable. NO por la tarea en sí, sino por quién te la encomendó. ¡Es un encargo del Rey de reyes!
 Podrías estar perdiendo tu vida formando parte de la “vanidad de vanidades” (Eclesiastés 1:1:2-11) en la que viven las personas sin Cristo, pero sin embargo, por la gracia de Dios, vives para aquello que “tiene promesa de esta vida presente, y de la venidera” (1 Timoteo 4:8).

 Podríamos ser como aquellos que “trágicamente comprueban el adagio que dice que ‘si usted apunta a la nada, con seguridad hará blanco en ella’” (R. Kent Hughes - “Disciplines of a Godly Family”).
 Pero fuimos llamados a lo que no somos dignos (“teniendo nosotros este ministerio según la misericordia que hemos recibido” - 2 Corintios 4:1), hacemos lo que no podríamos hacer si Dios no fuera nuestra capacidad (“luchando según la potencia de EL” - Colosenses 1:29), para recibir la recompensa que ni siquiera hubiéramos imaginado (“Aquel que es poderoso para hacer todas las cosas mucho más abundantemente de lo que pedimos o entendemos” - Efesios 3:20).

 La lucha aquí es mantener la perspectiva continua de que trabajamos para Dios, esperando la recompensa SÓLO DE EL (2 Corintios 5:9,10; Marcos 9:41; 1 Corintios 3.8; 9:17).

 Colosenses nos enseña sobre el realizar alguna tarea en la congregación, acerca del matrimonio, la relación padres e hijos y la labor del empleado y el empleador (3:16-4:1). Y en medio de todo nos da dirección:
“Y todo lo que hagáis, hacedlo de corazón como para el Señor y no para los hombres; sabiendo que del Señor recibiréis la recompensa de la herencia, porque a Cristo el Señor servís” (Colosenses 3:23,24).


Luis Rodas


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