Gratitud por la tarea que se te confió (4) CULTIVANDO UN CARÁCTER PIADOSO



“Doy gracias al que me fortaleció a Cristo Jesús nuestro Señor, porque me tuvo por fiel,
poniéndome en el ministerio” (1 Timoteo 1:12).

 Soy esposo, padre, he trabajado muchos años en diferentes ocupaciones, fui hijo siendo cristiano, soy pastor, vecino, amigo, cabeza de mi hogar y hermano en la fe.
 Y, para ser sincero, en todas estas tareas y roles me he frustrado más veces de lo que puedo enumerar.
 Entiendo bastante bien cuando Asaf se sentía como “una bestia” delante del Señor (Salmo 73:22).
 Es que, el proceso de aprendizaje del arte de ejercer cualquier tarea que el Señor nos confía, es…. ¿alcanzaría con decir DIFÍCIL?...

 Esperamos vivir lo que se nos confía una vez que hemos aprendido, pero la realidad es justamente lo contrario: aprendemos acerca de lo que se nos confía mientras lo vamos viviendo.
 Y esto, si uno deja de mentirse a sí mismo, significa que en el proceso de aprendizaje se cometen MUCHOS errores. Y quizás lo más negativo: cuando piensas que has aprendido estás peor que antes.
 Esta es una de las máximas razones de porqué muchas veces no encontramos nada para agradecer en las tareas que Dios nos confía.

ERROR
 ¿El gran error?
 El gran error no es que nos volvamos conscientes de todo esto (aunque a nuestro orgullo le gustaría que pensemos que verlo nos hace daño).

EL GRAN ERROR es que no vivimos nuestro intenso curso de aprendizaje en las fuerzas suficientes del evangelio de Cristo.
 Al atrevernos a ser sinceros, las frustraciones, fracasos, tropiezos y desánimos, vendrán. En Romanos 7 encontramos al mismísimo Pablo luchando con estos inevitables.
 Pero, la pregunta idónea es: ¿qué hacemos con todo esto?
 ¿Lo acomodamos en algún rincón oscuro del corazón y seguimos como si nada?.
 ¿O encontramos en el evangelio perdón, seguridad, paz, gozo, fuerzas nuevas, capacidad y esperanza para el peor de los pecadores?

1 TIMOTEO 1:11-17
 Pablo era un ser humano como tú y yo, pero encontraba tal fuente en el “glorioso evangelio del Dios bendito” (1 Timoteo 1:11) que podía no sólo reconocer su verdadera condición, sino aún dejar que otros la conocieran (1 Timoteo 1:12-15).
 En la aplicación diaria del evangelio en su propia vida encontraba que “la gracia de nuestro Señor (era) más abundante con la fe y el amor que es en Cristo Jesús” (1 Timoteo 1:14).
En su incapacidad suplida constantemente en la capacidad de Dios veía claramente “la clemencia” del Señor (1 Timoteo 1:16). Al verse a sí mismo no se quedaba en el abatimiento, sino que podía ver la obra constante en él de la gracia del “Rey de los siglos, inmortal, invisible” (1 Timoteo 1:17).

El “único y sabio Dios” era digno de “honor y gloria” (1 Timoteo 1:17) en la deshonra propia de Pablo.
 ¿Creemos que también lo es en la nuestra?
 ¿Acudimos cada día a la gracia del evangelio para perdón, seguridad, paz, gozo, fuerzas nuevas, capacidad y esperanza para el peor de los pecadores (1 Timoteo 1:15)?


Luis Rodas


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