"Han visto mis ojos la salvación" (Lucas 2:30).
¡Cómo se ve tan claramente la gracia soberana de Dios en esta historia de Simeón y Jesús siendo un bebé en el templo (Lucas 2:25-35)!
No existía manera alguna de que este hombre pudiera reconocer que ese niño de 8 días era el Mesías.
Piénsalo: mucha gente lo vio convertir agua en vino, sanar toda clase de enfermedades, resucitar muertos y multiplicar 5 panes y 2 peces alimentando a miles… Sin embargo, la mayoría de ellos no pudieron ver que estaban frente a la esperanza de Israel.
Una multitud lo recibe en Jerusalén aclamando: "Hosanna" (Mateo 21:1-11), y a la semana siguiente grita "sea crucificado" (Mateo 27:23).
Pero, este hombre, Simeón, mira a este bebé, y dice: "han visto mis ojos tu salvación" (Lucas 2:30).
¿Puedes ver la obra de Dios en la salvación?
Simeón no puede estar respondiendo con una supuesta fe propia a las palabras u obras del Mesías. Se trata de apenas un bebé.
¿Cómo este hombre llega a esta certeza?
El pasaje lo dice:
Simeón "esperaba la consolación de Israel".
¿Por qué?
El mismo versículo nos da la respuesta: "El Espíritu Santo estaba sobre él" (Lucas 2:25).
Y no sólo esto, sino que el versículo siguiente continúa: "Y le había sido revelado por el Espíritu Santo, que no vería la muerte antes que viese al Ungido del Señor" (Lucas 2:26).
¿Cómo supo que puntualmente ese bebé era el Mesías?
El siguiente versículo afirma: "Y movido por el Espíritu Santo vino al templo" (Lucas 2:27).
Simeón no tenía manera de saber que Jesús era el Salvador. ¡NO!
Pero Dios mismo lo guió.
De la misma manera nosotros hemos creído por una obra llena de gracia de Dios.
Filipenses 1:29 dice: “Porque a vosotros OS ES CONCEDIDO a causa de Cristo, no sólo QUE CREÁIS en EL, sino también que padezcáis por EL”.
¿Lo ves?
Nos fue concedido el creer en EL. Por esto Hechos 18:27 dice que Apolos “fue de gran provecho a los que POR LA GRACIA HABÍAN CREÍDO”.
Hemos creído que aquel hombre que algunos cuentan que murió crucificado hace alrededor de dos mil años; fue quien pagó por nuestros pecados, y el Padre lo resucitó al tercer día.
¡Sin duda la salvación es un milagro de Dios!
¡No existe el más mínimo mérito en nosotros que podamos atribuirnos! No hemos creído por tener alguna capacidad especial que nos llevó a entender que ese hombre que nos contaron que fue asesinado, es el Hijo de Dios. ¡NO!
Igual que Simeón, Dios nos llevó a creer sin ver.
Jesús dijo: "Bienaventurados los que no vieron, y creyeron" (Juan 20:29).
Junto con Simeón decimos "han visto mis ojos la salvación" (Lucas 2:30).
Dios no nos hipnotizó o robotizó. Simplemente nos dio ojos para ver lo que era imposible de ver.
Fue "Dios, que mandó que de las tinieblas resplandeciese la luz, quien resplandeció en nuestros corazones, para iluminación del conocimiento de la gloria de Dios en la faz de Jesucristo" (2 Corintios 4:6).
Alabanzas sean al Único digno, "la salvación es de Jehová" (Salmo 3:8).
Luis Rodas
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Etiquetas:
Celebrando a Jesús
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