"Era viuda hacía ochenta y cuatro años; y no se apartaba del templo sirviendo de noche y de día con ayunos y oraciones" (Lucas 2:37).
En el devocional de ayer hablamos de Ana y el sufrimiento como una obra beneficiosa para nosotros.
Ante esto hay una realidad: en la práctica nos cuesta mucho verlo así.
Tal vez podemos leer sobre la vida de Ana y admirar la obra de Dios en ella.
Pero cuando lo vivimos nosotros es otra cosa.
Hay momentos en mi vida que veo la misericordia de Dios como destilando en cada área. Pero esto siempre coincide con ese tiempo cuando mi matrimonio fluye perfectamente, mis hijas están sanas, la obra de la Iglesia avanza y todo sucede conforme a mis parámetros.
En estos días tuve que disciplinar a una de mis hijas. Y al hacerlo, ella no paraba de preguntar "¿por qué?", y de pedir otra oportunidad; hasta que se fue a su cuarto a llorar.
¡Cuan similar soy a ella!
Mi hija no podía ver cuan necesaria era esa disciplina para ella. De igual modo muchas veces yo con mi Padre eterno.
Mientras hablábamos intentaba explicarle: "Porque te amo te disciplino. En esto también puedes ver que te amo".
Oh Señor, ¡ayúdame a recordar esas palabras en los días donde el sol lo ilumina todo, y en aquellas semanas cuando la tormenta azota mi tranquilidad!
Luis Rodas
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Celebrando a Jesús
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