9- Cultiva tu identidad: en Cristo eres alguien con el mejor futuro



“A causa de la esperanza que os está guardada en los cielos” (Colosenses 1:5).

 Sí…. sin duda… Muchos de nosotros hemos recibido uno de los más certeros ataques en la vida piadosa:
hemos visto como la Iglesia era plagada de mensajes positivistas vacíos. Esto nos ha llevado, sin darnos cuenta, a tener un radar alerta que detecta con rapidez TODO mensaje que presente algún tinte positivo y lo menosprecie al instante.

 He participado, de una u otra manera, por años, en reuniones donde casi toda idea se cerraba con la frase “lo mejor está por venir”, las profecías de prontos éxitos y riquezas eran dadas como si Papá Noel estuviera a minutos de llegar, y la más mínima expresión “negativa” era vista como un insulto dicho en pleno lugar santísimo, etc, etc….

 Luego de todo eso, ¡qué difícil es no irnos al otro extremo!
 Qué difícil es no formar una perspectiva de la vida donde nos concentramos en la demanda, la exhortación, el morir cada día, el sufrimiento y la advertencia de los errores de la Iglesia (lo cual es necesario pero sin duda NO lo único).
 Muchas veces, todo esto, sin darnos cuenta, con el fin de huir de aquel falso evangelio del positivismo hueco.

 Pero al re-examinar nuestra perspectiva de la vida a la luz de las Escrituras, he aquí la gran sorpresa: sí tenemos delante el futuro más victorioso, feliz, próspero, emocionante y placentero que podamos imaginar.
 ¡La esencia de todo lo que cualquier ser que transita este mundo quisiera tener, y lo que no tiene la capacidad de imaginar, todo eso junto, nos espera a los que estamos en Cristo!

 Claro, el pecador sin Cristo busca felicidad y plenitud en metas, personas y cosas que nunca podrán cumplirle su deseo. ¡NUNCA!
 Nosotros esperamos felicidad y plenitud en Cristo, “riquezas de la gloria” (Colosenses 1:27); y EL, y SÓLO EL es la promesa “segura y firme” (Hebreos 6:13-20) de que toda nuestra vida desemboca en eso y mucho más: “Cristo en vosotros, la esperanza de la gloria” (Colosenses 1:27).

EN DOS TIEMPOS:
tenemos esperanza en nuestras dificultades, necesidades y debilidades presentes, creyendo que es Dios quien pelea por nosotros (Filipenses 1:20; 1 Timoteo 3:14; 2 Corintios 1:7)

nuestra esperanza principal está puesta en aquel día "cuando Cristo nuestra vida, se manifieste, y entonces nosotros también seremos manifestados con EL en gloria” (Colosenses 3:3). Nuestra esperanza más intensa es, no sólo a través de la confianza que tenemos en Cristo (2 Corintios 3:4; Efesios 3:12); sino que Cristo mismo es a quien esperamos con amor e intensidad: “el Señor Jesucristo nuestra esperanza” (1 Timoteo 1:1).

 La Palabra nos enseña que esta esperanza debe cubrir en protección nuestras mentes, como si lleváramos puestos cascos de guerra de forma constante: “la esperanza de salvación como yelmo” (1 Tesalonicenses 4:13).

 A esta esperanza no accedemos por ningún mérito propio. ES GRACIA EN ESTADO PURO.
 Por esto Pablo le escribe a los hermanos de Tesalónica estas palabras: "Jesucristo Señor nuestro, y Dios nuestro Padre, el cual nos amó y nos dio consolación eterna y buena esperanza por gracia” (2 Tesalonicenses 2:16).
 Es por Su “misericordia que nos hizo renacer para una esperanza viva” (1 Pedro 1:3).

 Hermano, aquí atravesamos “muchas tribulaciones” y todas “necesarias” (Hechos 14:22). No sólo tienes esperanza de que Su gracia va a suplir lo que haga falta para tus dificultades de hoy (2 Corintios 12:9), sino que puedes tener “plena certeza de la esperanza” (Hebreos 6:11) de que tu destino en Cristo es obtener finalmente TODAS las victorias de todo lo que te sucede (2 Corintios 2:14) y gozos que el hombre no puede explicar (2 Corintios 12:2-4). Esperanza puesta en aquel amanecer cuando veamos con nuestros mismos ojos “las riquezas de la gloria de la herencia en los santos” (Efesios 1:18), cantando con aquellos “muchos millares de ángeles y la congregación de los primogénitos que están inscritos en los cielos” (Hebreos 12:22,23).
 En todas tus luchas del hoy, mantente “sin moverte de la esperanza del evangelio que has oído” (Colosenses 1:23).

 Así te “purificas en esta esperanza” (1 Juan 3:3).
 Es al “gloriarnos en la esperanza de la gloria de Dios” (Romanos 5:2) que somos impulsados a otra perspectiva de nuestra vida presente, y aún nuestro hablar diario manifiesta que somos hombres y mujeres “sufridos en la tribulación”, pero “gozosos en la esperanza” (Romanos 12:12).

“El Dios de esperanza nos llene de todo gozo y paz en el creer” (Romanos 15:13).


Luis Rodas


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