Gratitud de un miserable



“Haced todo sin murmuraciones y contiendas” (Filipenses 2:14).

 Si pudiéramos oírlo hablar, se jactaría más o menos así:
"Soy más poderoso que todos los ejércitos del mundo combinados. He matado más hombres que todas las guerras de todas las naciones. Masacro a miles de personas cada año. Soy más mortífero que las balas y he destruido más hogares que los tornados y los huracanes.
No perdono a nadie, y encuentro víctimas por igual entre ricos y pobres, entre jóvenes y viejos, y entre fuertes y débiles.
Soy implacable, inmisericorde y cruel.
Traigo queja en los mejores matrimonios, corrupción hambrienta en los gobiernos, peleas y discusiones amargas entre los que antes se amaban, destruyo Iglesias, conduzco a toda velocidad hacia la depresión, el odio y el suicidio.
Yo aplasto y mutilo.
Soy la droga más adictiva y fulminante; haces lo que sea con tal de recibir una nueva dosis de mi sustancia. Al apenas probarme, dedicaste tu vida por mí.
Te han hecho advertencias en contra mía, pero he logrado engañarte y dominarte y, no sólo no quieres perderme por nada, sino que… ahhh…. estoy tan feliz de tu amistad... te has convertido en mi mayor defensor. Cualquiera que se atreva a criticarme, no tendré más que mencionarlo; tú no opondrás la menor resistencia y dirás que todo lo que yo argumento es verdad.
He aquí, mi gran obra: me consideras tu gran amigo, mientras soy el cáncer que te carcome, el virus que te consume.

 Hoy sólo quería escribirte unas breves palabras para decirte gracias por tan fiel amistad.
Tu peor enemigo - Tuyo por siempre: TU ORGULLO”.

SORPRENDENTE
 Cuando leo esas pocas palabras de Pablo a los filipenses que figuran al principio del devocional, pienso: "¿No es sorprendente?"...
 Sí… creo que sí…. ES SORPRENDENTE...

 Estábamos entregados sin otra posibilidad a la peor de las situaciones (Efesios 2:1-3), pero de forma inexpresable e incomprensible, fuimos salvados (Efesios 2:4-10).
 ¿Qué podemos decir ante esto?
 Cuan “aborrecible" (Tito 3:3) “bestia” (Salmo 73:22) puede experimentar tanta misericordia pero al poco tiempo murmurar y pelear soberbiamente con otros.

 Para esto hay una sola explicación: ORGULLO.
El orgullo extermina la gratitud.
 Nunca seremos agradecidos cuando creemos que todo lo que hacemos, decimos, pensamos, somos y tenemos, es por nuestros méritos propios. ¿Qué agradecer si lo hemos conseguido nosotros?.
 Y cuando gratitud no ha venido a casa, entran con toda amplitud “murmuración" y “contienda".
 No hay nada para agradecer, pero sí mucho para demandar, exigir, reclamar y acusar. Mucho para murmurar de alguien, sólo por el placer de sentirnos superiores a otros por algunos instantes.

El orgullo es aquel consejero venenoso que convence a este ex condenado a muerte que, no sólo merece mucho más, sino que debe esforzarse y pelear por ello.
 Unos años atrás fui a predicar a cierta Iglesia. Cuando el pastor le preguntó a alguien qué le había parecido, éste dijo con tono de burla y menosprecio: “ahhh… es un miserable”.
 ¡Cuanta razón tenía este hombre!

Salvador de este miserable “necio, débil y vil” (1 Corintios 1:27,28), perdona mi amnesia constante de quién soy. Espero con anhelo insistente aquel día en que “transformarás mi cuerpo miserable para que sea como tu cuerpo glorioso, mediante el poder con que sometes a ti mismo todas las cosas” (Filipenses 3:21 - NVI).


Luis Rodas


.

0 comentarios:

Publicar un comentario

 

Instagram

Haz click AQUÍ

Twitter Updates

Sobre mí