“No deis lo santo a los perros, ni echéis vuestras perlas delante de los cerdos, no sea que las pisoteen,
y se vuelvan y os despedacen” (Mateo 7:6)
La actitud no puede ser: “todos son culpables hasta que no se demuestre lo contrario”.
Me ha pasado.... Cuando nos han herido miramos a todos con terror, y por las dudas, los clasificamos a todos como “perros” y “cerdos” (7:6). Cualquiera, ante el más dulce movimiento, puede ser ese que está acechando para “pisotear nuestras perlas, volverse y despedazarnos” (7:6).
Si muestra claras señales de ser peligroso, le huimos corriendo. Si muestra demasiado carácter cristiano…. “uhhhmmm… demasiado bueno para ser cierto… mmmm…. ya dice el dicho: ‘cuando la limosna es grande hasta el santo desconfía’….”.
Por lo que, para evitar nuevos sufrimientos, se lo hace fácil: se mantiene el corazón cerrado, se mira con lupa a todo el mundo (7:1) todo el tiempo y jamás, ni por error, dejamos asomar una "perla" ni algo “santo”. La idea es: “si me defraudan… je… yo ya sabía que eran 'perros' y ‘cerdos’. Y si no lo hacen… pues…. mejor…”.
¿Qué es esto?
Ayyy… Otra engañosa y escurridiza forma de orgullo.
Jesús en el pasaje antes citado, nos manda a hacer una distinción entre hermanos y no hermanos.
3 veces aclara que cuando habla de tener una actitud de amor sacrificial (Mateo 7:1-5), se refiere a “hermanos” (versículo 3,4 y 5).
Por lo que, en infinidad de casos (no en todos), el dolor que arrastramos se debe a que “dimos lo santo” y "echamos nuestras perlas” a “perros” y “cerdos”.
¿Por qué?
Por dejar a un lado esta decisiva distinción y advertencia.
El error descuidado nos llevó a entregarnos a todos por igual, y ahora, luego de las consecuencias, decidimos cerrarnos a todos por igual.
Y hasta, en muchos casos, se sigue diciendo: “yo no me atrevo a hacer distinción. ¿Quién soy yo para hacerla?. Prefiero tratar a todos como hermanos”.
¡Y esto, hecho con una actitud de temor a nuevas heridas!
Pasamos de considerar a TODOS como si fueran hermanos a los cuales dejábamos que nos destrocen, a seguir considerando que todos son hermanos, y ahora, cerrarnos a TODOS.
A TENER EN CUENTA
1- En este pasaje, ni más ni menos que Jesús nos manda a hacer esta distinción clara y decisiva. Lo cual ya enseñaba con precisión el libro de Proverbios (9:7,8; 23:9; 1:10; 20:19; 23:7-9; 10:14,23).
2- Debemos con humildad entregarnos a la obra de disciplina de Dios con nosotros (Hebreos 12:5-11).
La vida de Iglesia incluye muchas veces dificultades y dolores. Dificultades y dolores que se podrían evitar viviendo aislados.
Pero es necesario en esto, mirar algo fundamental que nos enseñan las Escrituras:
“¿Quién será aquel que diga que sucedió algo que el Señor no mandó?" (Lamentaciones 3:37).
“Yo Jehová, y ninguno más que yo, que formo la luz y creo las tinieblas, que hago la paz y creo la adversidad. Yo Jehová soy el que hago todo esto” (Isaías 45:7).
Si Dios nos hubiera puesto en un lugar o época donde los cristianos son encarcelados, torturados y asesinados, ¿qué haríamos? ¿Negaríamos a Cristo? ¿Permaneceríamos firmes soportando sabiendo que Dios lo ha permitido con un fin?
Si pensamos que seguiríamos esta última opción, la pregunta es: ¿y qué si Dios en vez de permitir que seamos encarcelados, torturados y asesinados permite que suframos los errores de nuestros hermanos dentro de la vida de Iglesia? ¿Nos sometemos humildemente a EL sabiendo que el Dios que está al control de todo decidió que esto era lo mejor para nosotros en este tiempo (1 Pedro 1:6; 2 Samuel 16:5-14)? ¿O nos resentimos con todo el mundo?
Dios nunca nos dijo que la vida de Iglesia sería ese lugar exento de sufrimiento en las relaciones.
No se trata de buscar el lugar más seguro para nosotros, se trata de someternos humildemente a lo que Dios quiere hacer con nosotros. Esto incluye donde nos congregamos y como mantenemos un corazón abierto a los hermanos a pesar de sus errores que pueden lastimarnos.
Para entender mejor este tema lee estos pasajes: Mateo 5:21-26; 1 Corintios 13:4-7; Efesios 4:32; Filipenses 2:2-4; Colosenses 3:13-15; Hebreos 13:1-3; Santiago 4:11; 5:9-11; 1 Juan 3:16-18; 4:7,8; 4:20,21
Luis Rodas
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Etiquetas:
cultiva la humildad
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