Cultiva la humildad: se busca con humillación



“Preserva también a tu siervo de las soberbias; que no se enseñoreen de mí; entonces seré íntegro, y estaré limpio de gran rebelión” (Salmo 19:13)

Este verso delata el proceso del orgullo en nuestra vida. La soberbia comienza a tomar más y más lugar enseñoreándose de a poco, manchándolo todo y dirigiéndonos a una lucha de intereses con Dios, lo cual termina siendo una guerrilla de "rebelión".

El orgullo opera como una víbora letal que se mete de forma silenciosa y astuta en la vida de los hombres y ministerios, y su veneno penetra enfermándolo todo. Y uno de sus peores efectos es que cuanto más avanzado está, menos el hombre se da cuenta del daño que está produciendo (Proverbios 16:2).
Es fácil de verlo en otros, pero muy difícil de reconocerlo en uno mismo.

Este veneno primero trae pensamientos que combaten internamente contra la supremacía de Dios en nuestra vida (Job 21:15).
De pronto creemos que es más importante hablar DE NOSOTROS que de Dios; más importantes NUESTROS DESEOS que la voluntad de Dios; más importante que NOSOTROS seamos tenidos en cuenta que Dios sea glorificado; más importante alimentar NUESTRO ORGULLO ESPIRITUAL con el conocer más y más doctrinas que el usar todo esto como un medio que nos postre ante Dios y nos guíe a cómo vivir para EL (Tito 3:8; Colosenses 1:9,10).

Mientras tanto este veneno se dirige sin perder el tiempo al corazón, endureciéndolo, llevándolo a la insensibilidad ante Dios y ante los hombres (Hebreos 3:7,8). Y colocando de forma ordenada y estratégica un ejército en la entrada, listo para disparar cientos de justificaciones que detienen todo intento de demostrar que uno está cayendo bajo las garras corrosivas del orgullo (1 Samuel 15:20,21).
Y si uno logra avanzar por encima de estos, se encontrará que los virus malignos en las cámaras interiores del corazón son expertos en camuflaje.
Pero en un verso antes del que ya leímos, encontramos una clave y un antídoto efectivo:

CLAVE
Salmo 19:12: “¿Quién podrá entender sus propios errores?”
Aquí nos advierte la Palabra que esta lucha es contra un enemigo difícil de identificar.

ANTÍDOTO EFECTIVO
Por lo que para vencer necesitamos un gran antídoto. El verso continúa:
“Líbrame de los que me son ocultos”.
1- Necesitamos orar a Dios cada día y estudiar Su Palabra para un análisis real de como estamos (Salmo 139:23,24). Al hacerlo, de pronto actitudes que parecían inocentes y limpias, se muestran tal cual son: egocentricas, buscando atención, pretendiendo superioridad, estando orgullosas de tanta humildad, etc….

2- Al vernos, la reacción necesaria es la de reconocimiento ante Dios, humillación y clamor por perdón (Joel 2:12-18; Santiago 4:8-10).
David al ver su pecado oró: “lávame más y más de mi maldad… yo RECONOZCO mis rebeliones” (Salmo 51:2,3).
Esto, si se hace sin piedad contra el enemigo, no dejando ningún frente en pie, estando dispuesto a ver todos sus camuflajes y escondrijos, va guiándonos al quebrantamiento y humillación sana (Isaías 57:15).
Dicho ataque debe ser de forma constante, ya que cualquier fibra del corazón donde dejemos que este veneno viva, será una puerta abierta desde donde intentará volver a conquistarlo todo (1 Corintios 5:6).

Oremos de todo corazón que podamos entender las palabras de aquel precioso pastor de fines del siglo 18 y principios del 19, Charles Simeon:
“El arrepentimiento es tan deseable, tan necesario, tan adecuado para honrar a Dios desde todo punto de vista, que lo busco por encima de todo...
Anhelo encontrarme en el lugar que me corresponde: con la mano sobre la boca y la boca en el polvo"
("Charles Simeon” - H.C. Moule).




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