"... él os bautizará en Espíritu Santo y fuego" (Mateo 3:11).
El devocional de ayer terminó diciendo:
"¡Vaya locura la nuestra cuando pensamos que podemos ser descuidados en nuestro caminar en Cristo, contristar toda esta operación del Espíritu Santo en nuestra vida, y seguir como si nada!".
Tal vez lees esto y te ves identificado.
¿Qué hacer?
Si reconoces que "has dejado tu primer amor" (Apocalipsis 2:4), el remedio eficaz que Dios nos da es la humillación llena de arrepentimiento.
Mira en tu vida todo tu orgullo por el cual dejaste de tener una consciencia de la necesidad de Dios en tu diario vivir. Orgullo que te llevó a descuidarte y a pesar que Dios decía que no hagas, mires, pienses o digas esto o aquello, lo hiciste igual. Sin importarte que así perdías lo más valioso que tenías en tu vida: la comunión con Dios.
La vida y ministerio de Juan el Bautista nos recuerda de la necesidad de arrepentimiento en nuestra vida para relacionarnos cercanamente con Dios.
Postra tu vida en arrepentimiento reconociendo todas las cosas en que has menospreciado tu comunión con Dios. Todas esas cosas son como piedras que obstaculizan el fluir de un río.
¿Estás seco?
No intentes sentirte como si el río estuviera fluyendo libre y caudalosamente.
Quita esas piedras con arrepentimiento y fe en Cristo (1 Juan 1:5-2:1; Santiago 4:6-10).
No necesitamos humillarnos en arrepentimiento para recuperar nuestra salvación o mantenerla, pero sí ya siendo hijos de Dios, para, en el proceso de nuestra santificación, mantener nuestra comunión intima con Dios.
¡Tenlo como algo absolutamente seguro:
"EL habita con el quebrantado y humilde de espíritu" (Isaías 57:15).
"Cercano está Jehová a los quebrantados de corazón" (Salmo 34:18).
Luis Rodas
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