"... él os bautizará en Espíritu Santo y fuego" (Mateo 3:11).
¿No has vivido tiempos donde te sientes como un paralítico espiritual a quien se le pide correr?
Intentas el movimiento, das la orden de actuar, pero casi nada sucede.
Quedaron los vestigios, los recuerdos, las huellas e indicios de lo que alguna vez fue el impulso directo del Espíritu de Dios desde tu interior. Pero lentamente te fuiste descuidando en tu caminar y ahora es sólo eso.
Sabes esto y aquello, aún quizás continúas con tus devocionales diarios, te congregas y cumples tareas en la obra de Cristo, pero todo eso no es más que deberes fríos que sabes que tienes que cumplir.
La Palabra ha dejado de ser relevante para ti. Ya no produce admiración, alabanza, deleite, fuerzas y gozo que se activan en las diferentes situaciones de tu día. ¡NO! ¡Ya no!
Sigues haciendo lo mismo que antes pero simplemente tu vida corre a interesarse más por cualquier otra cosa.
Cualquier otra cosa parece más relevante, significativa, que Dios. Puede ser un deporte, redes sociales, una profesión, música…. todo parece atraer más tu corazón que Dios mismo.
Te das cuenta de esto por la gracia de Dios, lo sufres, te abates, intentas que tu corazón abandone toda distracción, te esfuerzas por encontrar la misma satisfacción en Dios que antes, por correr con la misma pasión por Cristo que alguna vez, que el centro desde donde gira todo sea Dios… pero ahí estás… te derrumbas otra vez: la sensación es de aquel paralítico que se le pide lanzarse a la carrera...
¿Por qué?
Terrible, pero concreto:
¡Vaya locura la nuestra cuando pensamos que podemos ser descuidados en nuestro caminar en Cristo, contristar toda esta operación del Espíritu Santo en nuestra vida, y seguir como si nada!
Luis Rodas
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Y ahora.? Hay oportunidad de volver a sentir ese gozo y fuerza.?
ResponderEliminarPor supuesto!Me he sentido exactamente así y estoy saliendo de ahí El meollo, lo principal es entender que hemos contristado a la persona del Espíritu Santo que mora dentro de uno. Siguiente cambiar de actitud, es decir reconocer que he entristecido al Espíritu de Dios. Después por Su Gracia el Señor te muestra en qué le estás contristando y Dios te responderá. Sobre lo que me responde, yo me arrepiento y busco Su Espíritu de corazón, en mansedumbre, humillado Porque un corazón así Él no lo desprecia. Gloria al Señor! Él es Bueno!
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