Hebreos 7:26 dice que Jesús es “más sublime que los cielos”.
Mateo 1:18-24
"El nacimiento de Jesucristo fue así: Estando desposada María su madre con José, antes que se juntasen, se halló que había concebido del Espíritu Santo.
José su marido, como era justo, y no quería infamarla, quiso dejarla secretamente.
Y pensando él en esto, he aquí un ángel del Señor le apareció en sueños y le dijo: José, hijo de David, no temas recibir a María tu mujer, porque lo que en ella es engendrado, del Espíritu Santo es.
Y dará a luz un hijo, y llamarás su nombre JESÚS, porque él salvará a su pueblo de sus pecados.
Todo esto aconteció para que se cumpliese lo dicho por el Señor por medio del profeta, cuando dijo:
He aquí, una virgen concebirá y dará a luz un hijo,
Y llamarás su nombre Emanuel,
que traducido es: Dios con nosotros.
Y despertando José del sueño, hizo como el ángel del Señor le había mandado, y recibió a su mujer".
El gozo que puedas experimentar de la primera parte de este versículo depende de cómo ves la segunda parte.
Muchos empezamos este camino humillados y agradecidos porque Dios nos amó así como estábamos y como éramos.
Y nos deleitábamos en el gozo de la salvación.
Pero con el tiempo dejamos de ver nuestras vidas vacías y sucias delante de Dios.
Vimos nuestros tiempos de oración, nuestro “gran” conocimiento bíblico, nuestros ayunos, esfuerzos, evangelización, nuestros títulos, lo que los aduladores decían de nosotros, etc...
Y comenzamos a pensar que éramos una especie de profeta Elías o apóstol Pablo.
Ya pensamos que dejamos de ser ese pecador sin ninguna posibilidad que encontró SALVACIÓN.
“Dios, te doy gracias porque no soy como los otros hombres” (Lucas 18:11).
De golpe pensamos que habíamos dejado de depender por completo de la sangre de Cristo.
Y allí el deleite en Jesús y su perdón desapareció.
O tal vez nunca lo viviste. Crees que Jesús murió en una cruz, resucitó y ascendió vivo a los cielos. Pero jamás te postrarías y te golpearías el pecho como el publicano: “Dios, sé propicio a mí, pecador” (Lucas 18:13).
Peshitta: “Dios, ten piedad de mí, pecador”.
¿Por qué?
Jesús lo explico inmejorablemente: Lucas 7:36-50
"Uno de los fariseos rogó a Jesús que comiese con él. Y habiendo entrado en casa del fariseo, se sentó a la mesa.
Entonces una mujer de la ciudad, que era pecadora, al saber que Jesús estaba a la mesa en casa del fariseo, trajo un frasco de alabastro con perfume; y estando detrás de él a sus pies, llorando, comenzó a regar con lágrimas sus pies, y los enjugaba con sus cabellos; y besaba sus pies, y los ungía con el perfume.
Cuando vio esto el fariseo que le había convidado, dijo para sí: Este, si fuera profeta, conocería quién y qué clase de mujer es la que le toca, que es pecadora.
Entonces respondiendo Jesús, le dijo:Simón, una cosa tengo que decirte. Y él le dijo: Di, Maestro.
Un acreedor tenía dos deudores: el uno le debía quinientos denarios, y el otro cincuenta; y no teniendo ellos con qué pagar, perdonó a ambos. Di, pues, ¿cuál de ellos le amará más?
Respondiendo Simón, dijo: Pienso que aquel a quien perdonó más. Y él le dijo: Rectamente has juzgado.
Y vuelto a la mujer, dijo a Simón: ¿Ves esta mujer? Entré en tu casa, y no me diste agua para mis pies; mas ésta ha regado mis pies con lágrimas, y los ha enjugado con sus cabellos.
No me diste beso; mas ésta, desde que entré, no ha cesado de besar mis pies.
No ungiste mi cabeza con aceite; mas ésta ha ungido con perfume mis pies.
Por lo cual te digo que sus muchos pecados le son perdonados, porque amó mucho; mas aquel a quien se le perdona poco, poco ama.
Y a ella le dijo: Tus pecados te son perdonados.
Y los que estaban juntamente sentados a la mesa, comenzaron a decir entre sí: ¿Quién es éste, que también perdona pecados?
Pero él dijo a la mujer: Tu fe te ha salvado, vé en paz".
Luis Rodas
.
0 comentarios:
Publicar un comentario