“Te alabaré, oh Jehová,
con todo mi corazón...
reprendiste a las naciones,
destruiste al malo"
(Salmo 9:1,5)
¡David no se avergüenza de la justicia de Dios!
¡NO!
Y no sólo no se avergüenza, sino que considera este atributo de Dios tan glorioso que su corazón se llena de exaltación, gozo y admiración como puedes leer en los dos primeros versos.
¿Por qué? ¿Cuál es la causa de esta explosión de alabanza?
El resto del salmo lo desarrolla con claridad:
Dios “juzgará al mundo con justicia” (verso 8) y “destruirá al malo” (verso 5).
Y así los que han puesto su esperanza en Dios serán libertados del sufrimiento eternamente (verso 18)
Pero, ¿cómo puede esto provocar alabanza en David?
¿No debería ese hombre "conforme al corazón de Dios” (1 Samuel 13:14) entristecerse por el futuro de los impíos?
El dolor por el final de aquellos que están sin Cristo es un aspecto que el hijo de Dios debe abrigar en su corazón (Romanos 9:3). ¡Pero este NOes el único aspecto a tener en cuenta!
Paralelamente, el creyente tiene “hambre y sed de justicia” (Mateo 5:6), “busca primeramente el reino de Dios y su justicia” (Mateo 6:33) e intercede junto a las almas en el cielo: “¿Hasta cuando, Señor, santo y verdadero, no juzgas y vengas nuestra sangre en los que moran en la tierra?” (Apocalipsis 6:10).
El creyente no hace justicia por mano propia. ¡NO!. El “encomienda su alma al fiel creador” cuando sufre (1 Pedro 4:19), "dejando lugar a la ira de Dios” (Romanos 12:19).
El hombre, como raza caída, se ha rebelado a Dios y ha transformado la tierra, con el impulso de Satanás y sus demonios, en un centro de rebelión y dolor.
Por eso este salmo describe al ser humano como “malo” (verso 5, 16 y 17), “enemigo” (verso 6), digno de ser “desolado para siempre” (verso 6), causante de “angustia” (verso 9), derramador de sangre (verso 12), aborrecedor (verso 13 y Tito 3:3), tramposo (verso 15), merecedor del infierno (verso 17) y rebelde a Dios (verso 17).
Ante una raza así, David clama que “no se fortalezca el hombre” en su lucha contra el reino de Dios (verso 19). Sino que el hombre sea puesto en su realidad: “conozcan las naciones que no son sino hombres” (verso 20).
Todo creyente verdadero debe amar la salvación de los perdidos, sin dejar de anhelar fervientemente ese día donde “nacerá el sol de justicia” (Malaquías 4:2), el Juez justo se "siente en su trono" (verso 4), “reprenda a las naciones” (verso 5), y al ser quitada la maldad de la tierra “ya no haya más llanto, ni clamor, ni dolor” (Apocalipsis 21:4).
- De esta forma Dios "se hará conocer en el juicio que ejecutó” (verso 16), “para ejecutar en ellos el juicio decretado; gloria será esto para todos sus santos” (Salmo 149:9)- y así diremos junto al resto de redimidos “tus juicios se han manifestado” (Apocalipsis 15:4)- y alabaremos maravillados a la par de aquel ángel en Apocalipsis: “Señor Dios Todopoderoso, tus juicios son verdaderos y justos” (Apocalipsis 16:7).
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