"Eran bautizados por él en el Jordán, confesando sus pecados" (Mateo 3:6).
¡Cuan necesaria es para nosotros aún hoy esta práctica de humillarnos ante Dios!
Charles Spurgeon escribió en el siglo 19:
"Es de suma importancia que seamos conservados siendo humildes. La conciencia del valor propio es un odioso engaño, pero es un engaño en el que caemos tan naturalmente como crecen las hierbas sobre un muladar.
Nosotros no podemos ser usados por el Señor cuando soñamos también con nuestra grandeza personal, cuando nos consideramos indispensables para la Iglesia, y cuando sentimos que somos pilares de la causa y cimientos del templo de Dios.
No somos nada ni somos alguien, pero es muy evidente que no lo consideramos así...
Dios puede fácilmente prescindir de nosotros.
Cuando comprendemos esta lección práctica, lo difícil de la enseñanza puede ser soportado más fácilmente, pues, con toda seguridad, es más que deseable que el ego sea humillado y únicamente el Señor sea engrandecido.
Nunca podría ser superfluo humillarnos y practicar el auto-examen, pues incluso si caminamos en nuestra integridad y podemos alzar nuestro rostro sin vergüenza en este asunto, en cuanto al pecado real, sin embargo, nuestras deficiencias y omisiones deben provocar que nos sonrojemos. ¡Cuánto más santos debimos haber sido, y pudiéramos haber sido!"
("The Sword and the Trowel". Mayo de 1876).
Luis Rodas
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