"Jehová, ¿quién habitará en tu tabernáculo?
¿Quién morará en tu monte santo?"
(Salmo 15:1)
En los devocionales anteriores vimos que aquí David está preguntando, en un lenguaje metafórico, “Dios, ¿cómo alguien puede vivir en comunión intima contigo?”.
Y estudiamos algunos beneficios de caminar con Dios
Hoy veremos finalmente algunos más.
Cuando vivimos en comunión intima con Dios experimentamos conocimiento propio, conciencia de la gracia que deriva en perdón y misericordia hacia otros.
Esteban predica la Palabra y "no podían resistir a la sabiduría y al Espíritu con que hablaba" (Hechos 6:10).
Y ciertos judíos lo aborrecieron: "Oyendo estas cosas, se enfurecían en sus corazones, y crujían los dientes contra él" (Hechos 7:54), al punto que deciden "apedrearlo" (Hechos 7:59).
Pero Esteban caminaba en una preciosa comunión intima con Dios, y esa era su gran clave:
Hechos 7:55-59: "Pero Esteban, lleno del Espíritu Santo, puestos los ojos en el cielo, vio la gloria de Dios, y a Jesús que estaba a la diestra de Dios,
y dijo: He aquí, veo los cielos abiertos, y al Hijo del Hombre que está a la diestra de Dios.
Entonces ellos, dando grandes voces, se taparon los oídos, y arremetieron a una contra él.
Y echándole fuera de la ciudad, le apedrearon; y los testigos pusieron sus ropas a los pies de un joven que se llamaba Saulo.
Y apedreaban a Esteban, mientras él invocaba y decía: Señor Jesús, recibe mi espíritu".
Esteban, de esta manera, bajo la conciencia de la gloria de Dios, no estaba preocupado por su muerte. El estaba preocupado por las personas que lo estaban matando. Hechos 7:60:
"Y puesto de rodillas, clamó a gran voz: Señor, no les tomes en cuenta este pecado. Y habiendo dicho esto, durmió".
¿Cuanto vivimos y permanecemos en nuestra mente carnal cuando por mucho menos nos llenamos de amargura, dolor, dudas y temores?
Que podamos decir como el salmista en el Salmo 84:1,2: “¡Cuan amables son tus moradas, oh Jehová de los ejércitos!. Anhela mi alma y aun ardientemente desea los atrios de Jehová; mi corazón y mi carne cantan al Dios vivo”.
La comunión intima con Dios opaca el brillo de este mundo y lo menospreciamos, allí solo queda lugar para admiración y elogios a Dios:
“Bienaventurados los que habitan en tu casa
perpetuamente te alabarán” (Salmo 84:4).
Por el contrario, la parábola del sembrador advierte que “los afanes de este mundo… y las codicias de otras cosas, entran y ahogan la Palabra” (Marcos 4:19).
Por esto el Salmo 69:32 nos dice: “Buscad a Dios, y vivirá vuestro corazón”. Y agrega el Salmo 36:8,9: “Serán completamente saciados de la grosura de tu casa, y tú los abrevarás del torrente de tus delicias. Porque contigo está el manantial de vida”.
Sin duda, como escribió Asaf en el final del Salmo 73: “En cuanto a mí, el acercarme a Dios es el bien” (73:28).
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