"Y el cielo se abrió, y descendió el Espíritu Santo sobre él en forma corporal, como paloma" (Lucas 3:21,22).
Durante su bautismo Jesús es ungido con el Espíritu Santo (Hechos 10:38; Isaías 61:1-3) para la tarea que tenía por delante.
William Hendriksen nos puede ayudar a entender esto:
"Aunque la naturaleza divina de Cristo no necesitaba ser fortalecida y en realidad no podía serlo, no ocurría lo mismo con respecto a su naturaleza humana. Esta podía y necesitaba ser fortalecida"
("New Commentary: Matthew").
De esta manera, Jesús es "lleno del Espíritu Santo" (Lucas 4:1), y luego de ser "tentado" (Lucas 4:2-12), "vuelve en el poder del Espíritu" (Lucas 4:14).
¡Todo su ministerio es realizado en el poder del Espíritu Santo!
Cada bien que hacía y cada sanidad era por el Espíritu Santo (Hechos 10:38).
Era guiado por "el Espíritu" (Lucas 4:1), y hablaba por "el Espíritu" (Juan 3:34).
Cuando expulsaba demonios lo hacía "por el Espíritu de Dios" (Mateo 12:28).
Y aún Jesús "se ofreció a sí mismo" en su muerte "mediante el Espíritu eterno" (Hebreos 9:14).
El Espíritu Santo estuvo involucrado en su encarnación (Lucas 1:35) tanto como también en su resurrección (Romanos 1:4).
Si Jesús, en su parte humana, necesitó al Espíritu Santo para llevar a cabo lo que se le había confiado (Juan 20:21), ¿cuanto lo necesitaremos nosotros para absolutamente TODO?
Luis Rodas
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