"Cuando el maestresala probó el agua hecha vino, sin saber él de donde era, aunque lo sabían los sirvientes que habían sacado el agua, llamó al esposo, y le dijo: Todo hombre sirve primero el buen vino, y cuando ya han bebido mucho, entonces el inferior; mas tú has reservado el buen vino hasta ahora" (Juan 2:9,10).
Aquí podemos ver más que simplemente un milagro ante una necesidad. Juan 2:11 dice: "este principio de SEÑALES hizo Jesús en Caná de Galilea".
¿Qué estaba señalando este milagro?
El “Compendio del Diccionario Teológico del NT” de Gerhard Kittel sobre esta conversión de agua en vino, dice que “hay que buscar un significado más profundo” (Pag. 665).
El versículo 6 de este pasaje enseña que para este milagro se usaron las “tinajas de piedra para agua, conforme al rito de la purificación de los judíos”.
Por lo que esta transformación del agua en vino era una señal de que se estaba cambiando una era, no era simplemente agua.
Como escribió Leon Morris:
"EL convierte el agua del judaísmo en vino del cristianismo. El agua sin Cristo la convierte en el vino de la riqueza y la plenitud de la vida eterna en Cristo. El agua de la ley la convierte en el vino del evangelio”
(Leon Morris - “El evangelio según Juan”. Pag. 155)
Las palabras de Jesús: “Aun no ha llegado mi hora”, están haciendo referencia a su muerte donde derramaría su sangre por nosotros (muchas veces simbolizada por el mismo Jesús con el vino. Juan 6:53-56; Mateo 26:27,28).
Muchas veces usó la frase mi hora al hablar de su sacrificio (Juan 2:4; 4:21; 7:30; 8:20; 12:27).
También es significativo que Moisés para liberar al pueblo de Israel de Egipto transformó el agua en sangre (Exodo 7:17). Y esta también fue la primer señal de Moisés ante Faraón.
Oscar Cullmann, el teólogo protestante francés, escribió:
“Realiza el milagro físico pero como una señal de lo que vendría. En un sentido se trataba de algo material, y en otro algo muy distinto.
El agua servía hasta ese tiempo para los ritos de purificación de los judíos. En lugar de todos estos ritos llegaba ahora el vino de la Última Cena, la sangre de Cristo”
(Oscar Cullmann - “La adoración de los primeros cristianos”. Pag. 67-70).
Gracias Señor por hacerme parte de este nuevo y "mejor pacto, establecido sobre mejores promesas" (Hebreos 8:6).
Luis Rodas
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