"Jehová, ten misericordia de mí;
y hazme levantar"
(Salmo 41:10)
Este salmo refleja a David padeciendo en el "lecho del dolor" algún tipo de "enfermedad" (41:3). Y enfrenta esto en plena soledad. Atacado por sus enemigos que dicen lo peor, "reunidos murmuran... diciendo: Cosa pestilencial se ha apoderado de él; y el que cayó en cama no volverá a levantarse" (41:7,8), y esperan el peor final, preguntándose: "¿Cuándo morirá, y perecerá su nombre?" (41:5). Y aún, agravando el sentimiento de soledad y angustia, sus íntimos lo traicionan (41:9).
¿Has vivido algún momento así?
¿Has enfrentado aflicciones solo, sin que nadie te comprenda, y bajo la mirada suspicaz de aquellos que esperan tu mal?
Hasta puede que alguien te visite en tu momento de dolor, y piensas que esa persona te visita y escucha porque su corazón ha sido movido a misericordia, pero a los días te enteras que hasta habló mal de ti.
David escribe: "Y si vienen a verme, hablan mentira; su corazón recoge para sí iniquidad, y al salir fuera la divulgan" (41:6).
Sin duda, en momentos así se ve quién es quién.
No sólo se hace notorio quienes son amigos y quienes enemigos; sino aún a quién realmente le importas, y quién sólo se interesa de que estés bien porque de alguna manera se beneficia contigo.
Dios a veces nos entrega a momentos así.
Aún puede que hayas recorrido diferentes médicos y parece que nadie puede darte solución alguna. Nadie sabe qué te pasa, pero la aflicción ahí sigue.
Aquí hay grandes lecciones. Pero sin duda la mayor de ellas está inmersa en las primeras palabras que leímos de este salmo: "Jehová, ten misericordia de mí; y hazme levantar" (Salmo 41:10).
Dios puede usar médicos para sanarte y puede hacerlo también sin ellos. A veces lo hace de una manera y a veces de otra. Puede que encuentres sanidad en esta vida o cuando "tu cuerpo se vista de incorrupción" (1 Corintios 15). Pero siempre, en todos los casos, el lugar más seguro para acudir en la enfermedad es la misericordia de Dios. Y allí acude David lleno de esperanza.
En la misericordia de Dios nunca encontrarás desinterés, abandono, incomprensión, limitación para diagnosticar y sanar, mala praxis, incompetencia u olvido.
Sé responsable con tu cuerpo, acude al médico si lo ves necesario, pero... por encima de todo, que tu corazón espere por completo en la misericordia de Dios. Echate en sus brazos y encuentra total consuelo, seguridad, paz y cuidado en EL. Dios puede usar diferentes medios, pero tú míralo sólo a EL.
Nadie "sustenta sobre el lecho del dolor" como EL (41:3).
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