“No tendrá temor de malas noticias;
su corazón está firme, confiado en Jehová.
Asegurado está su corazón; no temerá” (Salmo 112:7,8)
Transitamos por un mundo de oscuridad y turbulencia. La posibilidad de “malas noticias”constantemente están a un segundo de distancia.
Pero el creyente tiene a su alcance un privilegio invalorable: un "corazón firme, confiado, asegurado”, PAZ.
¿Cómo?
George Bethune (1805-1862):
“El estrecho círculo de la experiencia humana, la fatiga de la mente por no saber que sucederá en el futuro, y la consiguiente duda que sentimos con respecto a los caminos que debemos tomar, se oponen rotundamente a la paz de nuestro corazón.
El trabajo agotador de la mente tortura a través de la duda y el temor.
Pero, cuando el hombre regenerado, recibe con la simplicidad de un niño la Verdad Divina, y conoce que quien dispone TODOS los eventos es su Padre y su Dios; cuando él cree que la voluntad de Dios en cada situación es amor hacia él, y que al caminar en el camino de sus mandamientos tiene certeza, a través de la gracia, de alcanzar vida eterna; todas las dudas son expulsadas, y el Sol de Justicia disipa las nubes y las sombras, colocando paz sanadora y certeza sobre su alma.
El puede caminar en un mundo de oscuridad sin ver un pequeño rayo de luz, y aún así reposar confiadamente, permaneciendo en su Dios.
Pero esto es imposible si nuestros afectos están puestos sobre las cosas terrenales y temporales.
Es allí donde abruman los celos, odios, preocupaciones, conflictos, ansiedades y el descontento.
Todo esto es sanado cuando el Bendito Espíritu fija nuestros afectos en el Dios Todopoderoso que se acercó a nosotros.
¡Sobre EL podemos hacer reposar nuestro corazón!
Allí el creyente perderá el miedo a los cambios, fracasos y a la muerte.
Teniendo deleite en Dios supremamente, sus deseos de las cosas terrenales perderán poder en él. Estando satisfecho con la porción del peregrino derrotará a la murmuración, la queja y el mirar ansiosamente por lo que tienen o son otros.
El amor de Dios expulsará toda malicia, odio, envidia y conflicto del alma”
(“The Fruit of the Spirit”).
El creyente dice junto a David: "Mis ojos están siempre hacia Jehová" (Salmo 25:15)
Luis Rodas
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