Nació en 1859 en Canada y fue el primer misionero presbiteriano canadiense en China.
Al poco tiempo de estar casado con Rosalind Bell Smith, se fueron los dos a trabajar en la obra de Dios en China. Esto fue en el año 1888 y Jonathan Goforth tenía 29 años.
Poco tiempo después de haber llegado a la misión de China, Hudson Taylor, el misionero que Dios había usado grandemente en China, le escribió: “Hermano, si usted quiere entrar en esa provincia (al sur de la provincia de Honán), debe entrar de rodillas”.
En el primer año de estar en China, un incendio destruyó todas las posesiones que tenían. El calor del verano era tan intenso que su primogénita, Gertrudis, falleció y fue necesario llevar el cadáver a una distancia de setenta y cinco kilómetros, a un lugar a donde se permitía enterrar a los extranjeros. Cuando falleció su otro hijito, Donald, fue necesario hacer de nuevo el mismo viaje de setenta y cinco kilómetros con los restos del niño. Después de pasar doce años en la China, nuevamente perdieron todo cuanto tenían en casa, cuando las aguas de una inundación subieran a dos metros dentro de la casa.
En el año 1900, después de que su otra hija, Florencia, murió de meningitis, vino la revuelta de los Boxers. En la revuelta de los Boxers, muchos centenas de misioneros y creyentes, fueron brutalmente muertos. Por lo que tuvieron que volverse un tiempo a Canada.
Una vez que la situación se calmó Jonathan Goforth planeó volver.
Sobre este plan la esposa de Goforth dijo: “el plan fue bien concebido, a no ser una cosa: no se acordó de los niños... Me acordé de como los niños con viruela, en Hopei, me rodearon cuando tomaba a un niño en los brazos. Me acordé de las cuatro cuevas de nuestros pequeñitos, y endurecí el corazón, como piedra, contra el plan. ¡Cómo mi marido suplicaba día tras día!:
‘Rosa, por cierto el plan es de Dios y recelo de lo que pueda suceder a los hijos si desobedecemos. El lugar más seguro para ti y los hijos es en el camino de la obediencia. Piensas en resguardar a los hijos seguros en casa, mas Dios puede mostrarte que no puedes. Con todo, ¡Él guardará a los hijos si obedecieres confiando en Él! Poco tiempo después, Wallace cayó enfermo de colitis asiática y por quince días luchamos para salvar al niño; mi marido me dijo: ¡OH, Rosa, cede a Dios, antes de perder todo!’. Mas me parecía que Jonathan era duro y cruel. Entonces nuestra hija Constancia cayó enferma de lo mismo. Dios se reveló a mí como un padre en quien yo podría confiar para conservar mis hijos. Bajé la cabeza y dije: ‘¡OH Dios, es tarde ya para Constancia, mas confío en ti, cuida de mis hijos! Iré a donde quiera que me mandes’.
En la tarde del día en que la niña falleció, mandé a llamar a la señora Wang, una señora creyente fervorosa y amada y le dije: ‘No puedo contarle todo ahora, pero estoy resuelta acompañar a mi marido en los viajes de evangelización. ¿Quiere ir conmigo?’
Con lágrimas en los ojos, ella respondió: ‘No puedo, pues la niña puede enfermarse sobre tales condiciones’. No quise insistir, pedí que ella orara y me respondiera después. Al día siguiente ella volvió con los ojos llenos de lágrimas y, con una sonrisa, me dijo; ‘Iré con ustedes’.”
Mañana continuaremos aprendiendo de Jonathan Goforth...
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Excelente... cuanto nos falta aprender a despojarnos de todo aquello que pensamos seguro y nos impide cumplir con el llamdo del Señor. Bendiciones.
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