Sólo sucede y permanece cuando él no la reprende PRIMEROS PENSAMIENTOS DEL DÍA



“E inclinándose hacia ella, reprendió a la fiebre; y la fiebre le dejó” (Lucas 4:39).

En el devocional de ayer vimos la autoridad de Jesús sobre los ángeles caídos y la humanidad. Al continuar leyendo el relato de los evangelios encontramos un nuevo aspecto de la autoridad del Señor.

Aquel mismo sábado, luego de salir de la reunión en la sinagoga de Capernaúm donde hubo “un hombre que tenía un espíritu de demonio inmundo” (Lucas 4:33), el Señor entró en la "casa de Simón y Andrés, con Jacobo y Juan” (Marcos 1:29) a comer la acostumbrada "comida del sábado, servida justo después del servicio de la sinagoga” (Howard I. Marshall - “The Gospel of Luke”).

Allí la suegra de Pedro estaba "postrada en cama con fiebre” (Mateo 8:14).

La lista de enfermedades que pueden producir fiebre es casi interminable. Hasta el cáncer puede producir fiebre como primer síntoma.

¿Qué provocaba esta fiebre?
No lo sabemos. Aunque se conoce que en esa época “la fiebre misma era considerada una enfermedad” (A.T. Robertson - “Comentario al Texto Griego del NT”. Pag. 32).

¿Cuál era la gravedad de esta fiebre?
Se trataba de una “gran fiebre” (Lucas 4:38) que la tenía “postrada en cama” (Mateo 8:14).

Los evangelios no se detienen a explicar mucho más, pero sí nos dejan claro lo siguiente: toda enfermedad también se sujeta a la autoridad de Jesús.
El Señor se inclina a esta mujer enferma, la toma de su mano (Marcos 1:31), y hace lo mismo que hizo con el demonio en la sinagoga un rato antes (Lucas 4:35): reprende. En este caso a la fiebre (Lucas 4:39).

¿El resultado?
Ella queda sana por completo (Marcos 1:31).

Que seguridad tan plena produce, con respecto a nosotros y aún nuestra familia, el saber que toda enfermedad está absolutamente sujeta a la autoridad del Señor, y sólo sucede y permanece cuando EL no la reprende.

¡Señor… estamos en TUS manos!...


Luis Rodas


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