Cultiva tu identidad: eres alguien necesitado constantemente de rescate CULTIVANDO UN CARÁCTER PIADOSO



“Sabe el Señor librar de tentación” (2 Pedro 2:9).

 En el devocional anterior leímos acerca del glorioso hecho de haber sido librados “de la potestad de las tinieblas” (Colosenses 1:13).
 ¡Este fue un acto concreto de rescate que ya sucedió en la vida de aquel que está en Cristo! Una vez y para siempre.
Nuestro victorioso libertador, Jesús, nos trasladó "de la potestad de Satanás a Dios” (Hechos 26:18), y también EL, es "quien nos libra de la ira venidera” (1 Tesalonicenses 1:10).
 Pero aún, cada mañana, se presentan delante tantas batallas como minutos tiene el día. ¿No te sucede?
 Quizás las tentaciones que nos aquejan no sean tan potentes, pero por nuestra enferma debilidad siempre tienen algo que decir y mucho por conquistar.

Somos tentados:
a buscar felicidad y plenitud en la creación, en vez de en el Creador, como Eva (Génesis 3:6)
a descuidarnos cuando todo va bien, como Noé luego del diluvio (Génesis 9:20,21)
a dudar de la Palabra de Dios, como Sara que buscó un embarazo alternativo con su criada (Génesis 16:2)
a refugiarnos detrás de medias verdades, como Abraham diciendo que su esposa era su hermana, por cuidar su propia vida (Génesis 20)
a jactarnos de lo que Dios nos da o hace por nosotros, como José ante sus hermanos (Génesis 37:5-10)
a quejarnos aún cuando momentos atrás vimos en nuestra vida la obra poderosa de Dios, como Israel luego de ver el mar Rojo abrirse de par en par (Exodo 15:24)
a ser impacientes superados por las pruebas, como Moisés cuando golpea la roca en vez de hablarle (Números 20:1-13)
a mirar el tamaño de nuestras luchas más que la grandeza de Dios, como los 10 espías luego de ver la tierra prometida (Números 13 y 14)
a buscar el camino fácil de que otros hagan lo que deberíamos hacer nosotros, como Barac cuando debía ir a la guerra (Jueces 4)
a tomar malas decisiones con las que dañamos a las mismas personas a las que poco antes fuimos de ayuda, como Gedeón y su idea extraña de hacer un efod de oro (Jueces 8:24-27)
a jugar con tentaciones de las que deberíamos huir a toda velocidad, como Sansón (Jueces 16)
a justificar en nuestros hijos lo que debería ser visto con toda sinceridad, como Elí (1 Samuel 3:13)
a prestar atención a las virtudes de una mujer/hombre que no es nuestro cónyuge, como David en la terraza de su casa (2 Samuel 11)
a imaginarnos que si nosotros lo hacemos no va a pasar nada malo, como Salomón (1 Reyes 11:1,2)
a deprimirnos, como Elías (1 Reyes 19:4,5)
a quejarnos contra Dios por las dificultades, como Job (Job 16,17)
a amargarnos envidiando a otros, como Asaf (Salmo 73)
a odiar nuestra propia vida, como Jeremías (Jeremías 20:14-18)
a querer que Dios obre a nuestro gusto, como Jonás (Jonás 1,4)
a poner la mirada en nuestra exaltación, aún cuando alguien a nuestro lado está sufriendo, como los apóstoles con Jesús en las últimas horas (Lucas 22:24)
a ser negligentes con la oración, como Pedro, Juan y Jacobo (Mateo 26:40)
a mostrarnos como cristianos sólo cuando esto no tiene algún precio, como Pedro antes que cante el gallo (Lucas 22:54-62)
a decir oraciones que en realidad no creemos, como aquellos que oraban en favor de Pedro (Hechos 12:6-15)
a ser infieles y negligentes con el ministerio que Dios nos confió, como Juan Marcos abandonando a Pablo y Bernabé (Hechos 13:13; 15:37,38)
a, por soberbia, tener un gusto por las discusiones teológicas, como los corintios (1 Corintios 1:11)
a usar a Dios mismo y su obra para elevar nuestra autoestima, en vez de adorarlo a EL por tratarse de una obra de pura gracia, como los gálatas (Gálatas 5:4)
a engañarnos a nosotros mismos constantemente, como algunos efesios (1 Timoteo 1:5-7)
a ser lapidarios con los errores de hermanos, como aquellas personas a las que Santiago escribió (Santiago 3:13-4:12)
a vivir para nuestro egoísmo sin importarnos lo que les sucede a otros, pero fingiendo amor, como aquellos hermanos a los que Juan escribió (1 Juan 3:16-18)
a confundir el instrumento que Dios usó para ayudarnos, con Dios mismo, como Juan ante el ángel (Apocalipsis 22:8,9).

Y LA LISTA CONTINÚA….
 Ayyyy hermanos…. Ante todo esto: no se puede explicar de cuanto aliento es saber que Dios actuó en todos ellos y los usó a pesar de semejante debilidad (Santiago 5:17,18).
 El Señor tiene en sí mismo la capacidad de rescatarnos de nosotros mismos:
“Sabe el Señor librar de tentación” (2 Pedro 2:9).

¡Nuestra ÚNICA esperanza es acudir a EL en TODO!


Luis Rodas


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1 comentarios:

  1. Sentí que me describía a mi.. Gracias Dios por tanta Gracia para conmigo, pecador...

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