Todos los hermanos estaban muy entusiasmados con el nuevo congreso. Los pastores Dale White y Charles Flynn (de Nahant, Massachusetts) serían los oradores principales. Sin duda nos visitarían muchas personas deseosas de conocerlos en persona.
Dale White, como saben, también es director del Emerson Theological Seminary, el seminario con más renombre en el día de hoy, y que más prestigio da.
Cuán lindo fue saber que apenas pusieron requisitos para su participación. Incluso Dale White aseguró que no nos preocupáramos ya que traería su propia custodia de seguridad personal. Por buena mayordomía jamás da un paso ni aún dentro del seminario sin ella.
Y no sólo la congregación estaba muy entusiasmada con el evento, todos en la junta también lo estaban. Unos hablaban lo edificante que aquello sería, el progreso espiritual a través de la exposición bíblica, la espléndida koinonía, y aún el hermano James dijo que no sería extraño que Dios salvara almas en el evento.
Douglas Pennington, uno de los diáconos más ancianos de South Central Community Church, propuso: “Sería una gran oportunidad para reunirnos con otras congregaciones y ofrecerles hacer el congreso juntos”.
Todos, bajo un pequeño silencio, llenaron el salón con gestos pensativos (en aquella época nos reuníamos en la sala de juntas antigua, entre la sala de juegos y las oficinas de los pastores de jóvenes). Nadie parecía oponerse… De hecho se escucharon varios “sí” lentos y meditativos.
De pronto, luego de 60 segundos largos y nerviosos, el pastor Johansson, como siempre, dijo las palabras justas: “Hermanos… Amamos a las congregaciones vecinas. Sin duda… Muchos de ellos son nuestros hermanos… Pero, ¿saben qué? Dios está bendiciendo a South Central Community Church. EL está haciendo algo especial con nosotros ahora. Vamos a levantar un estandarte del evangelio al que los demás se puedan unir. Hagamos este evento nosotros y que nuestra congregación sea confirmada como 'lux in tenebris', columna de la verdad para edificar a aquellos que lo necesitan”.
Por las sonrisas, amenes, glorias, y ruido, quedó claro que el pastor Johansson, casi bajo una teofanía apenas comparable a la de Esteban, había puesto en palabras el sentir de todos.
No se habló más y cada uno salió gozoso hacia su hogar.
Y yo también.
Pero en el parking de la Iglesia me alcanzó el hermano Jerry con cara de no haber entendido nada (un buen hombre… pero un final seguro para la compañía de su padre). Y dicho y hecho. Me dijo: “No entendí nada. ¿Qué quiso decir el pastor Johansson? ¿Organizamos el evento junto con otras congregaciones o lo vamos a hacer solos?”
“No Jerry… no… Será una gran oportunidad para que la gente asocie nuestra congregación con los ahora famosos Dale White y Charles Flynn”.
“Ahhh… ok… Mhh… Buena idea…”.
“Adiós Jerry. Saludos a tu padre”.
Y cuando ya me iba apurado (si mal no recuerdo en media hora comenzaba la segunda final de la serie mundial de béisbol), Jerry me detuvo: “Perdona… ¿y de qué hablará este año el congreso?”
“Ahhh Jerry… ehhh… ¿a quién le importa eso hermano?… Lo importante es que será un estandarte levantado en medio de nuestra generación… ¿No escuchaste al pastor Johansson?” Y me subí al coche y salí rápido…
Finalmente, ese año, qué gran congreso tuvimos. Muchísima gente. Dale White y Charles Flynn nos pidieron que el tema central ese año fuera algo así como dejar los intereses propios de cada congregación para glorificar a Dios a través de una Iglesia que se ama y lucha unida.
Casi podría decir que el crecimiento vertiginoso que hemos tenido en el último tiempo comenzó en el evento estratégico de ese año.
Luis Rodas
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