"Entonces Jesús fue llevado por el Espíritu al desierto, para ser tentado por el diablo" (Mateo 4:1).
Ni bien el hombre es enviado a la misión (Génesis 1:28), Satanás le sale al encuentro, lo tienta, y es neutralizado, vencido (Génesis 3:1-6).
Jesús sale de su bautismo directo a la misión como un guerrero que se presenta al enemigo a dejarle las cosas claras.
Necesidades humanas, arrogancia y vanagloria: tres realidades en el hombre a las que Satanás siempre apeló, y así lo dirigió a su antojo (Efesios 2:1-3; 1 Corintios 15:56). Si no funcionaba momentáneamente una, la siguiente era letal.
Una vez que el hombre cayó en el estado terrible de la muerte (Génesis 2:16,17; Efesios 2:1), el diablo tentó a cada ser humano de cada época con la misma sonrisa en los labios: se trataba de una presa realmente fácil (Eclesiastés 7:20).
¿Te imaginas la cara de Satanás al probar con Jesús sus tres tentaciones básicas que le habían funcionado tan fácilmente toda la vida?
Mateo 4:3-10 "Y vino a él el tentador, y le dijo: Si eres Hijo de Dios, di que estas piedras se conviertan en pan. Él respondió y dijo: Escrito está: No sólo de pan vivirá el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios.
Entonces el diablo le llevó a la santa ciudad, y le puso sobre el pináculo del templo, y le dijo: Si eres Hijo de Dios, échate abajo; porque escrito está:
A sus ángeles mandará acerca de ti, y, en sus manos te sostendrán, para que no tropieces con tu pie en piedra. Jesús le dijo: Escrito está también: No tentarás al Señor tu Dios.
Otra vez le llevó el diablo a un monte muy alto, y le mostró todos los reinos del mundo y la gloria de ellos, y le dijo: Todo esto te daré, si postrado me adorares.
Entonces Jesús le dijo: Vete, Satanás, porque escrito está: Al Señor tu Dios adorarás, y a él sólo servirás".
¿Te imaginas su impotencia y desesperación?
De pronto sus armas letales e infalibles se habían vuelto tres piedritas frente a un ejército con armas nucleares.
El diablo, como hábil tentador, tiene que haber pensado minuciosamente cada palabra intentando manipular eficazmente el corazón. Pero el rostro del Señor seguía impasible, inmutable, mirándolo con ojos que hablaban claro: "¿No entiendes? Se terminó. Llegó tu fin. No soy Adán, ni Abraham, ni Moisés, ni David. Soy la simiente prometida (Génesis 3:15), soy el más perfecto cumplimiento del 'valiente con la espada ceñida sobre el muslo' del Salmo 45:3, y se te terminó el tiempo. Vete, recoge tus cosas, no hay nada que puedas hacer".
¡El reino de las tinieblas supo ese día que había comenzado el fin!
Y de paso nos dejó, como siempre, el más perfecto ejemplo. Como si nos dijera: "miren, se hace así". A cada tentación respondió con las Escrituras.
¡Que imagen más perfecta del guerrero valiente armado!
Luis Rodas
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Como Jesús
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