Puedes leer los artículos anteriores de esta serie en los siguientes enlaces:
1- Una catástrofe llamada tibieza
2- Cómo se llega a la tibieza
3- Una necesidad con diligencia del verdadero creyente
4- Un huerto descuidado
Josué 7 describe algo sorprendente. Israel había tenido una enorme victoria en Jericó. Victoria que les había dejado una sensación de confianza para las batallas que aún les quedaban por delante. Por lo que Josué envía al siguiente combate (en la ciudad de Hai) “como tres mil hombres” (Josué 7:4). Pero la frase siguiente del versículo nos sorprende: “los cuales huyeron delante de los de Hai”.
Y agrega: “los de Hai mataron de ellos a unos treinta y seis hombres, y los siguieron desde la puerta hasta Sebarim, y los derrotaron en la bajada” (Josué 7:5).
Claro, ante este nuevo panorama, el ánimo cambió drásticamente: “el corazón del pueblo desfalleció y vino a ser como agua” (Josué 7:5).
Josué no entendía qué pasaba. ¿Dios estaba fallando?
“Entonces Josué rompió sus vestidos, y se postró en tierra sobre su rostro delante del arca de Jehová hasta caer la tarde, él y los ancianos de Israel; y echaron polvo sobre sus cabezas.
Y Josué dijo: !!Ah, Señor Jehová! ¿Por qué hiciste pasar a este pueblo el Jordán, para entregarnos en las manos de los amorreos, para que nos destruyan?” (Josué 7:6,7).
Sorprendentemente, Josué lo acusaba a Dios de pecado: descuidar a su pueblo.
Y Dios responde, básicamente: “Sí, alguien ha pecado. Pero ese no soy yo”.
“Levántate; ¿por qué te postras así sobre tu rostro?
Israel ha pecado, y aun han quebrantado mi pacto que yo les mandé” (Josué 7:10,11).
El Señor les había ordenado que no tomen nada del pueblo de Hai. Absolutamente nada (Josué 6:18). Pero uno de ellos había decidido que un poco de descuido tampoco cambiaría tanto las cosas, y tomó lo que Dios había prohibido (Josué 7:20,21).
Y la conclusión de Dios fue contundente: “Por esto los hijos de Israel no podrán hacer frente a sus enemigos, sino que delante de sus enemigos volverán la espalda, por cuanto han venido a ser anatema; ni estaré más con vosotros, si no destruyereis el anatema de en medio de vosotros” (Josué 7:12).
Imaginemos por un momento
Imaginemos por un momento que esto, en vez de una guerra, es una plaga. Y no solo en un pueblo, como el caso de Josué e Israel, sino una plaga mundial.
E imaginemos que eres la persona encargada de analizar los estragos de una plaga mundial y viajas a diferentes países y ves los diferentes efectos.
Esto es lo que pasa en gran parte de la Iglesia hoy. Gracias al Señor por la cantidad de Iglesias vivas y llenas de celo por Dios. Pero, ¿en cuantos es realmente notorio los síntomas de una misma plaga?
La gran plaga se llama descuido. Y esta está haciendo estragos en cada lugar donde se la deja actuar.
Va entrando sigilosamente en los pastores y los líderes, los cuales son los primeros encargados en mantener la llama encendida de la Iglesia.
Si los pastores se duermen, ¿podrán las ovejas cuidarse solas? Si así fuera ¿qué función cumplen los pastores?
Los pastores y los líderes son los que deben estar vivos en Dios, llenos del Espíritu Santo (Efesios 5:18), “la Palabra de Cristo morando en abundancia” en ellos (Colosenses 3:16). Deben estar bien despiertos (Efesios 5:14.17), fervorosos en oración (Efesios 6:18) y en el temor de Dios (2 Corintios 7:1).
Si ellos se descuidan, la congregación pagará directamente las consecuencias.
¿Qué pasa cuando los pastores y los líderes se descuidan, y no hay miembros que sufren esto y claman fervientes a Dios?
¿Qué pasa cuando todos comienzan a dormir cómodamente?
¿Qué pasa cuando los pastores descuidan su comunión con Dios y su santidad, y nadie les dice nada?
¿Qué pasa cuando los pastores en su suave caída a la tibieza, comienzan a predicar de su propio corazón, permiten el pecado dentro de la Iglesia, se les hace fácil mentir y ser hipócritas, y comienzan a usar el ministerio como un medio para sus propios fines, y nadie se da ni cuenta porque todos están igual de tibios que ellos?
¿Qué pasa cuando los pastores o los líderes se cansan de la rutina y de luchar con las ovejas, y de pronto se encuentran, como por arte de magia, con un libro que les promete transformar su Iglesia, o sector de la Iglesia, en una revolución de crecimiento y prosperidad?
¿Qué pasa cuando todos están tan tibios como él y no se dan cuenta?
¿Qué pasa cuando los líderes de la Iglesia van quedando ciegos y los demás han perdido la visión hace mucho, y ahora lo único que les importa es mantener su reputación como los escribas y fariseos, y están tan doctrinalmente correctos, como espiritualmente secos y tibios?
Sencillo, lo que vemos hoy en día en abundancia: Una plaga mundial llamada descuido.
Continuamos en la sexta parte de esta serie…
Luis Rodas
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Etiquetas:
Cómo salir de la tibieza
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