“... Levántate, toma tu lecho, y vete a tu casa” (Lucas 5:24).
Las palabras de Jesús a este hombre contienen un ingrediente realmente muy llamativo. El le manda a hacer tres cosas:
-levantarse
-tomar el lecho en el que estaba acostado
-irse a su casa
¿Qué es lo llamativo?
Este hombre no puede obedecer ninguna de las tres cosas que le manda Jesús. El versículo 18 dice claramente que “estaba paralítico”.
No es un asunto de ganas, esfuerzo, interés, decisión, más autoconfianza, o planificación. ¡Este hombre es mandado a hacer lo que no puede hacer! Confianza en sí mismo o determinación en este caso sería simple necedad. ¡El NO puede!
Notemos que el pasaje no dice: “Y Jesús sanó su cuerpo y luego le dijo: Levántate, toma tu lecho, y vete a tu casa”. ¡NO!
En los 3 relatos de los evangelios en que aparece esta historia encontramos sólo la orden: “Levántate, toma tu lecho, y vete a tu casa”.
¿Cómo hará este hombre para obedecer?
¿Está bien que Dios mande que hagamos lo que no podemos hacer?
¿Te ha pasado?
¿Te has visto en una situación donde eres enviado a hacer lo que sabes que no tienes la capacidad para hacer?
No es un asunto de derrotismo, pesimismo o pereza. Este hombre NO PUEDE.
¿Has llegado al punto del “no puedo” con tus hijos?
¿Has llegado alguna vez al punto del “no puedo” en tu matrimonio?
¿Has llegado al punto del “no puedo” en el ministerio?
¿Has llegado al punto del “no puedo” ante algún llamado específico a la santidad en tu vida?
¡Así este hombre es enviado a lo que no puede!
No puede levantarse.
No puede tomar su lecho.
No puede irse por sí mismo a su casa.
Quizás otra persona piensa que es muy fácil hacer estas tres cosas. Ya sabes, siempre hay gente lista para minimizar la dificultad de lo que tienes delante. A veces pienso que me gustaría tener la fe que algunos tienen acerca de las dificultades de otros. Pero él, a quien se le da esta orden, se ve incapacitado de obedecer.
Pero como alguna vez dijo alguien: “Dios da lo que pide”.
En el mismo momento que Jesús le ordenaba estas tres cosas a este hombre, le daba lo necesario para poder hacerlo. Por lo que Mateo 9:7 relata: “Entonces él se levantó y se fue a su casa”.
Y esto desató alabanza a quien la merece (Mateo 5:14-16). Lucas cuenta: “Y todos, sobrecogidos de asombro, glorificaban a Dios; y llenos de temor, decían: Hoy hemos visto maravillas” (Lucas 5:25,26).
¿Por qué glorifican a Dios si es el hombre el que se levanta y obedece la orden de Jesús?
Porque era obvio que este hombre no podía obedecer. Sólo las “maravillas” de Jesús pudieron hacer que este hombre cumpla lo que se le ordenó.
Hermano amado, así nosotros. Así nosotros...
Luis Rodas
.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
0 comentarios:
Publicar un comentario