¿Contactos de oro?



“Aconteció un día, que él estaba enseñando, y estaban sentados los fariseos y doctores de la ley, los cuales habían venido de todas las aldeas de Galilea, y de Judea y Jerusalén…” (Lucas 5:17).

¡Qué momento!
Jesús parece tener delante su gran oportunidad. No hace mucho que ha comenzado su ministerio público y ahora en una de sus enseñanzas tiene delante no sólo darse a conocer frente a los “grandes”, sino aún sorprenderlos. ¡Este puede ser su día! Su “momentum”. El estar en el lugar correcto y la hora correcta que lo catapulte a las grandes ligas.
Es sorprendente el esmero de muchos, aún en círculos de “sana doctrina”, por encontrar momentos como éste para hacer “contactos de oro” que les vayan haciendo lugar en la cúspide. Todo se trata de conocer más personas que les puedan ser útiles, quedar bien con ellas, y conseguir medios que les den valor frente a los ansiados círculos de poder evangélico.

Aquí Jesús comienza a enseñar y nota que “estaban sentados los fariseos y doctores de la ley, los cuales habían venido de todas las aldeas de Galilea, y de Judea y Jerusalén”. Evento clave si lo hay… ¿Aprovechará esta gran oportunidad para abrirse las puertas ministeriales tan desesperadamente anheladas por muchos?

Mientras el Señor está enseñando hay una repentina interrupción. Un hombre paralítico es bajado por el techo (Lucas 5:18,19). Al verlo, Jesús decide sorprender a todos. Le dice: “Hombre, tus pecados te son perdonados” (Lucas 5:20).
¡Esto revoluciona a los “escribas y fariseos” presentes (Lucas 5:21). ¿Qué es esto de perdonar pecados? “Blasfemias”, dicen (Marcos 2:7). Como que no les gusta mucho este nuevo Maestro.

¿No tenía Jesús algo mejor para decirle a este hombre paralítico? ¿No es la regla número uno en los círculos de poder religiosos quedar bien con todo el mundo y jamás decir algo que incomode para seguir el ascenso en la bendita escalera de la gloria? ¿No hubiera sido mejor aprovechar aquella gran oportunidad e ir haciéndose lugar entre la elite religiosa y así influir lentamente en ellos? ¿Cuantos hoy parecen tan valientes de púlpito para decir todo lo que se espera de ellos pero jamás, jamás de los jamases dirían nada con lo que se arriesguen a perder un milímetro de fama y reputación? ¿No son estos “contactos de oro” medios para que el ministerio se dé a conocer?
Jesús, en este caso, y en infinidad de otros a través de los evangelios, sin duda piensa que no. No sólo ve imposible hacer la voluntad del Padre y a la vez mantener la buena opinión de los “grandes”, sino que aún considera innecesario hacerse un lugar entre ellos. El éxito de su ministerio no depende de ellos y que le hagan un lugar.
Jesús guía hacia el perdón a este hombre paralítico y luego lo sana “al instante”.
¿Qué produce esto?
El hombre “tomando el lecho en que estaba acostado, se fue a su casa, glorificando a Dios. Y todos, sobrecogidos de asombro, glorificaban a Dios; y llenos de temor, decían: Hoy hemos visto maravillas” (Lucas 5:25,26).

Conozco el método de moda hoy en día para “desarrollar ministerios”. Pero me pregunto: ¿no deberíamos ser más a la manera de Jesús?


Luis Rodas


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