No deseches la culpa, solo Dios puede perdonarte




“¿Quién puede perdonar pecados sino sólo Dios?” (Lucas 5:21).

Cuando la culpa no encuentra solución real, mucho de lo que hacemos es solamente intentar contestarle a la culpa que nos dice: “Eres un fracaso. Nunca vas a poder. No vales nada. No podrás. Mejor no hagas nada”.
Todo lo que hacemos, en ese caso, es demostrarnos a nosotros mismos y a los demás, que eso que nos genera culpa fue apenas un error ocasional, la excepción a la regla, una gota en un océano.

La crisis llega cuando aún se está intentando lidiar con cierta culpa, pero en el proceso llega otro error, otro no estar a la altura, otra realidad que golpea nuestra barca como una enorme ola de 5 metros.
Ya teníamos bastantes conflictos con los susurros de esa cierta culpa en el día a día con éxitos variables, y ahora llega la siguiente tormenta.

Aquí hay pocas opciones:
a- Dejamos que nuestra embarcación se hunda
b- Leemos o escuchamos a algunos de los gurús actuales que nos predican: “Olvida la culpa. La culpabilidad no sólo es inútil, sino que es medirnos por parámetros relativos. ¿Quién dice que lo que hiciste estuvo mal? Y si acaso realmente te has equivocado, olvida la culpa. Aprende a mirar a tus errores como un perfeccionamiento. ¿Has fallado? No te culpes, estás aprendiendo. La práctica hace al maestro”.
c- Entiendes que la culpa es generada por lo que John Bunyan definió como el “Sr. Recordador”: la conciencia.
Dios escribió su ley en el corazón del hombre, y le dio una conciencia que ante el error genera culpa (Romanos 2:14,15).
La culpa no es sólo un sentimiento de no haber estado a la altura. La culpa es una realidad ante el Creador del universo cuyo dictamen es perfecto. Cuando EL dice “culpable”, esa es la realidad.

En el contexto del versículo que leímos al principio, le traen a Jesús a “un hombre que estaba paralítico” (Lucas 5:18). Y el Señor sorprende a todos los presentes con una sentencia atronadora: “Hombre, tus pecados te son perdonados” (Lucas 5:20).
Esto trastorna a algunos escribas y fariseos que estaban en el lugar, y reclaman fuertemente: "¿Quién puede perdonar pecados sino sólo Dios?" (Lucas 5:21).

Estas palabras de los escribas y fariseos deben resonar con perturbación sincera en nuestros corazones: "¿Quién puede perdonar pecados sino sólo Dios?"
Yo no puedo perdonarme a mí mismo. No puedo desechar mi culpa si no es Dios quien la perdona de forma definitiva.
La culpa no es inútil. Lo que es inútil es dedicar mi vida a esconderme de la culpa, a intentar demostrarle que está equivocada, a convencer a los demás que sí valgo.
Necesito utilizar la culpa para correr a Aquel que los mismos escribas y fariseos señalaban: Dios. Y a través de lo que Cristo hizo por mí voy a encontrar perdón de forma total, verdadero y de una vez para siempre.
Dios es el Juez justo que dictamina lo bueno y lo malo. Así como Dios es el Juez justo que determina el fin de la culpa.
No huyas, enfrenta todo lo que te provoca culpa. ¡Pero asegúrate de que tu corazón sabe encontrar paz absoluta en el Único que quita los pecados del mundo (Juan 1:29; Romanos 5:1)!


Luis Rodas


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