“Vosotros sois la sal de la tierra… Vosotros sois la luz del mundo…” (Mateo 5:13-16)
Muchas veces nos preguntamos qué podemos hacer frente a un mundo tan corrupto, inmoral, despiadado. Nos quejamos y muchas veces nos damos por vencido.
Otras veces se nos ocurren ideas totalmente humanas para hacer que la gente venga a la Iglesia. A ver cómo podemos hacer más divertida a la Iglesia para que la gente quiera venir. O cómo podemos convencer a otros.
Pero aquí hay algo absolutamente vital:
1- Si no estamos siendo una influencia bien clara en este mundo, es porque nuestra sal de ha desvanecido y nuestra luz no se ve.
2- Si queremos ser una clara influencia en este mundo, si queremos ser una potente fuerza que afecte este mundo, principalmente debemos concentrarnos en que nuestra sal sea sal, y nuestra luz sea luz.
O dicho de otro modo, si la Iglesia vive como el mundo, la Iglesia no sirve para nada.
Y si no estamos afectando a otros, si pasamos totalmente desapercibidos en esta sociedad hay una explicación: nuestra sal no sala y nuestra luz no alumbra.
La clave de la Iglesia en este mundo está en nuestra forma de vida.
Nuestra luz debe alumbrar. Jesús dice en Mateo 5:16:
“Así alumbre vuestra luz delante de los hombres”.
¿Cómo?
Como “una ciudad asentada sobre un monte (que) no se puede esconder” (5:14).
Una luz clara que se puede ver de lejos.
Como una luz “sobre el candelero (que) alumbra a todos los que están en casa” (5:15).
¿Qué es esa luz?
El versículo 16 responde:
“Así alumbre vuestra luz delante de los hombres, para que vean vuestras buenas obras”.
¿Se dan cuenta?
La luz no es un lindo sentimiento interno. Esa luz de la que está hablando Jesús son acciones concretas, una forma de vida, el efecto de creyentes que caminan con Dios, que están viviendo en comunión con Dios, llenos del Espíritu Santo.
Filipenses 2:15 nos manda: “que seáis irreprensibles y sencillos, hijos de Dios sin mancha en medio de una generación maligna y perversa, en medio de la cual resplandecéis como luminares en el mundo”.
Y por favor notemos: esa luz es algo diferente a lo que el mundo puede hacer, ya que el mundo es considerado tinieblas en las Escrituras. La luz es ese fruto que sólo Dios puede generar cuando el creyente está viviendo genuinamente cerca de Dios.
Es una obra tan profunda, genuina, imposible, de Dios en personas, que señala hacia algo más grande: Dios.
El cristianismo no es una bonita religión humana, apenas una linda filosofía de vida.
El cristianismo es la gloria de Dios manifestada en pecadores.
El cristianismo es el resultado de que Dios se ha acercado a ciertas personas.
Los bienaventurados simplemente están manifestando el efecto de estar caminando con Dios. Esa sal, esa luz, jamás podría verse en ellos si dejan de vivir en comunión con Dios.
Por eso mira como concluye el versículo 16:
“Así alumbre vuestra luz delante de los hombres, para que vean vuestras buenas obras, y GLORIFIQUEN A VUESTRO PADRE QUE ESTÁ EN LOS CIELOS”.
No se trata de que estas personas tienen que intentar manifestar esta sal y luz. ¡NO!
Se trata de que si están caminando cerca de Dios cada día, son sal y luz. Porque esa cercanía de Dios tiene un efecto definido, potente, inigualable, insustituible, en ellos.
Por eso, Jesús dice que “al ver sus buenas obras, la gente va a glorificar a nuestro Padre que está en los cielos”.
Cuando la Biblia habla de “glorificar a Dios” no significa que vamos a hacer a Dios más glorioso o grande de lo que es. EL ya es glorioso y grande de forma total, absoluta, perfecta, inigualable.
Es el fruto en nuestra vida de estar caminando con Dios, de estar llenos de su Espíritu Santo, el que muestra a Dios, lo despliega, lo hace notorio a los ojos de otros. Eso es glorificar a Dios. El efecto de estar caminando cada día cerca de Dios es como sal que sala y luz que alumbra. Genuinamente. Y eso hace notorio a Dios a los ojos de otros. Ahí tenemos una influencia poderosa en este mundo. Ahí glorificamos a Dios en esta tierra.
Si como creyentes particulares o como una congregación cristiana queremos influir, ayudar, afectar, ser sal y luz en este mundo, debemos concentrarnos de forma primordial en caminar cerca de Dios. Buscándolo cada día, humillados ante EL reconociendo lo que hacemos mal y corriendo a Cristo por perdón y ayuda. Cada día. Siendo edificados en Su Palabra, llenándonos de Su Espíritu Santo. Una Iglesia llena del Espíritu Santo, viva, sana, amando a Dios, apasionados por EL, confiando en EL en todas las cosas; es una Iglesia cuya sal sala, y cuya luz alumbra.
Por el contrario, un creyente particular o una congregación cristiana que ha contristado al Espíritu Santo (Efesios 4:30), que ha “apagado al Espíritu” como dice 1 Tesalonicenses 5:19, que apenas continúa yendo a la Iglesia por rutina, costumbre, o apenas porque piensa que así le van un poco mejor las cosas; su sal no sala, y su luz no alumbra.
Y dice Jesús: no sirve para nada (Mateo 5:13-16).
Su influencia real, genuina, en este mundo, es nula, inexistente.
Y lo más grave: se trata de creyentes que no glorifican a Dios.
Jesús dijo: “Así alumbre vuestra luz delante de los hombres, para que vean vuestras buenas obras, y GLORIFIQUEN A VUESTRO PADRE QUE ESTÁ EN LOS CIELOS”.
.
0 comentarios:
Publicar un comentario