Hebreos 12:6 afirma: “el Señor al que ama, disciplina”. Dios va permitiendo infinitas circunstancias en sus hijos que a veces “no parecen ser causa de gozo, sino de tristeza” (Hebreos 12:11), pero que van formando un corazón quebrantado en ellos. Así, ellos se vuelcan como “pobres en espíritu” hacia Dios, “mansos” buscando su ayuda en los momentos de dolor, dificultad, adversidad, duda, temor, angustia. Allí Dios los acerca más a EL, allí le conocen como nunca antes, como Job que al final de su sufrimiento dijo: “de oídas te había oído, más ahora mis ojos te ven” (Job 42:5). Allí se aferran a Su Palabra, allí oran, claman…
El problema es que en congregaciones con gente lejos de Dios, en los momentos de dificultad empiezan a decir: “rechazo esta aflicción, no la recibo, no la acepto. Fuera aflicción. Es más, declaro que estoy bien. Decreto que ya mismo, en este momento, todo cambia”.
Es una negación absoluta de la realidad, y un rechazo de la “disciplina” de Dios para su bien.
Hebreos 12:11 dice: “Es verdad que ninguna disciplina al presente parece ser causa de gozo, sino de tristeza; pero después da fruto apacible de justicia a los que en ella han sido ejercitados”.
Pero ellos lo rechazan, y con ese rechazo se están rebelando a la obra de Dios en sus corazones.
Reprenden al diablo, hacen guerra espiritual, y lamentablemente sólo ven al diablo en eso que les sucede. En vez de saber, como en el caso de Job mismo, que sí, el diablo está detrás, pero Dios está por encima de todo demonio o del mismo satanás, disciplinando, quebrantando, formando el corazón a la imagen de Cristo, enseñando, acercándonos a EL, guiándonos a que lo busquemos en las dificultades. Cuando todo está bien, lamentablemente, nuestro corazón se distrae con cualquier cosa de este mundo. Pero en las aflicciones, aquellos bienaventurados, se vuelven más “pobres en espíritu”, “mansos”, “hambrientos y sedientos de justicia”. Ellos en vez de huir del dolor y la aflicción, pueden ver por encima de todo a Dios, y someterse a Dios, y estar dispuestos a ser como aquellos que habló Jesús en Mateo 5:4: “los que lloran”.
Sí, por supuesto, oraran, clamaran a Dios por su ayuda, que los libre de la aflicción. Pero si la situación continúa, ellos abrirán sus corazones a Dios, sumisos, sabiendo que Dios está al control y EL sabe qué es lo mejor en cada situación. Aunque muchas veces se salga de nuestro control. Y serán como aquellos que lloran, esperando la consolación de Dios. “Bienaventurados los que lloran, porque ellos recibirán consolación”.
AL ESTAR LEJOS
Lamentablemente, al estar lejos de Dios, el corazón se va resintiendo más y más contra otros. Como no pueden ver a Dios obrando a través de las dificultades, y en muchos casos hasta les enseñaron que toda aflicción no proviene de Dios, que Dios no quiere que sufran, entonces sólo pueden mirar en sus aflicciones al diablo y las personas alrededor.
Se amargan contra sus esposas/esposos, contra personas en la congregación, contra sus suegros, vecinos, contra este y contra el otro, y aún contra sus propios hijos.
¿Por qué?
Al estar lejos de Dios no pueden ver a Dios obrando en ellos a través de las dificultades. El mismo sol que puede ablandar algunos elementos, también puede endurecer otros. Por eso Hebreos 12 habla de “soportar” la disciplina de Dios. De ver a Dios obrando ahí, ser dóciles a EL, estar dispuestos a ser formados por EL aunque a veces duela. Por el contrario el corazón se va contaminando y contaminando. Llenando de resentimiento, dureza, desconfianza, amargura. Y cada vez la persona está más lejos de Dios. Cada vez más aislado, insensible a lo que le pase al otro. Cada vez más concentrado en mirar lo malo en el otro. En la crítica, el debate, la contienda.
Cuanta gente sólo acude a la teología como un refugio para demostrarse a sí mismo que todos los demás están equivocados menos él. Y ama atacar a todo el mundo por internet, supuestamente por el celo por la verdad. Mientras que habla lo que no entiende y en realidad está vomitando su resentimiento por todos lados.
Es sorprendente a veces ver en redes sociales a personas que atacan a otros con tanto odio, soberbia y resentimiento, hablando como si fueran expertos en la materia. Personas que se nota claramente que en realidad han dejado que sus corazones se contaminen al no entender que era Dios formándolos en la aflicción, y ahora es imposible de relacionarse con ellos. A donde van encuentran millones de errores, todo está mal, todo tiene que ser como a ellos les parece. Se han endurecido y ahora es imposible ayudarlos. Y publican algo por internet alguien les pone un comentario: “Amén, gloria a Dios siervo. Siga defendiendo la verdad”. Se alimentan la rebelión, el orgullo y el resentimiento unos a otros. Pero cuando los conoces personalmente te das cuenta que su lucha no es por la verdad, sino simplemente se han vuelto realmente difíciles de tratar. Duros, dolidos, aislados.
Cuan diferentes a aquellos dóciles a la disciplina de Dios.
Ellos son los que, gracias al quebrantamiento del Señor que los ama, han corrido hacia EL en sus aflicciones, ahora, y con corazones de “pobres en espíritu”, “mansos”:
1- están enfocados en tener misericordia de otros.
2- y ahora están capacitados para ayudar a otros. El apóstol Pablo al sufrir decía que Dios “nos consuela en nuestras tribulaciones, para que podamos también nosotros consolar a los que están en tribulaciones” (2 Corintios 1:3,4).
Luis Rodas
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