36- Segundo fundamento verdadero y sólido de una seguridad de salvación - Serie: Cómo se vería una iglesia con gente lejos de Dios



Jesús en sus últimas palabras del “sermón del monte”, hace un claro contraste entre edificar nuestra vida sobre algo sólido, una verdadera seguridad de salvación: edificar sobre la roca. A edificar nuestra vida sobre algo inestable, una falsa seguridad de salvación: la arena.

Ante semejantes palabras de Jesús, tan confrontadoras, es muy necesario poder estudiar en las Escrituras cual es una verdadera seguridad de salvación. Una seguridad de salvación estable como una roca.
O dicho de otro modo: ¿cómo podemos saber si somos salvos o si nos estamos engañando a nosotros mismos?

En el anterior devocional vimos el primer fundamento verdadero y sólido de una seguridad de salvación: tener certeza de que la salvación fue ganada y es sostenida en Cristo, y sólo en EL.

Otro fundamento verdadero y sólido de una seguridad de salvación añadido al primero, es el testimonio del Espíritu Santo.
Romanos 8:16 “El Espíritu mismo da testimonio a nuestro espíritu, de que somos hijos de Dios”.

El verdadero creyente tiene un testimonio interno, profundo, de seguridad, de ser hijo de Dios. El tiene una comunión genuina con el Espíritu Santo que sabe con certeza que es real. El sabe que fue “sellado con el Espíritu Santo de la promesa, que es las arras de nuestra herencia” (Efesios 1:13,14), lo cual no sólo es un anticipo de lo que va a vivir en la eternidad, sino también podemos ver en 2 Corintios 1:22 que, la operación del Espíritu Santo en y a través del creyente, es una garantía y confirmación en el corazón: "nos ha dado las arras del Espíritu en nuestros corazones” (algo similar en 1 Juan 4:13).
El creyente experimenta “la comunión del Espíritu Santo” (2 Corintios 13:14; Filipenses 2:1), se goza y deleita en el amor de Dios por él gracias a que el Espíritu Santo le da certezas y claridad en su corazón de ese amor (Romanos 5:5; Efesios 3:14-19), así tiene gozo en Dios por el Espíritu Santo (Romanos 14:17), y es el Espíritu Santo quien lo guía en su vida privada regularmente (Romanos 8:14).


Luis Rodas


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