37- Tercer fundamento verdadero y sólido de una seguridad de salvación - Serie: Cómo se vería una iglesia con gente lejos de Dios



En los dos devocionales anteriores vimos dos fundamentos verdaderos y sólidos de una seguridad de salvación: tener certeza de que la salvación fue ganada y es sostenida en Cristo, y sólo en EL y el testimonio del Espíritu Santo.

Y el tercero y último fundamento verdadero y sólido de una seguridad de salvación que podemos mencionar, es lo que la Biblia llama “santificación”.
Este es el fruto de los dos fundamentos anteriores.
Jesús en el “sermón del monte” se estaba refiriendo puntualmente a este tercer fundamento verdadero y sólido de una seguridad de salvación: un verdadero hijo de Dios tiene buen fruto.
El Nuevo Testamento habla abundantemente de esto.
¿Cuando miras tu vida ves que Dios está haciendo desde el momento de tu conversión un milagro imposible?
Si verdaderamente has experimentado un genuino arrepentimiento de cómo vivías cuando estabas lejos de Cristo y crees que EL es tu suficiente Salvador, has nacido de nuevo y experimentas el testimonio del Espíritu Santo y su obra en ti y a través de ti. Esto, sin excepción, producirá lo que la Biblia llama la santificación del Espíritu (2 Tesalonicenses 2:13; 1 Pedro 1:2).
Cuando el creyente ve su vida pasada y presente ve un contraste claro. No sólo porque ahora quiere obedecer a Dios, sino porque ve que se relaciona en amor con EL. Las obras no son la causa de su salvación, pero sí la evidencia de su salvación (Efesios 2:10).
EL ve en su vida que Dios está produciendo cambios asombrosos.

El creyente ahora experimenta ser “pobre en espíritu”, quebrantado delante de Dios, dependiendo de EL para todo en su vida como “manso” (Mateo 5:3-5).
El creyente ahora tiene hambre y sed de justicia. Quiere agradar más y más a Dios. Esto impulsa su vida (Mateo 5:6).
El creyente ahora tiene misericordia de otros, le quebranta la situación de otros, por lo que quiere la salvación de otros (Mateo 5:7; Romanos 10:1)
El creyente ahora cuida su corazón de rencores, odios, falta de perdón, pecados ocultos (Mateo 5:8; Hechos 24:16; 2 Corintios 5:6-10)
El creyente ahora no vive en discordias, peleas, discusiones, sino que es un pacificador (Mateo 5:9)
La forma de vida piadosa del creyente ahora genera en algunos molestia, enojos. Algunos hasta lo pueden odiar por cómo vive y por lo que cree. Pero él sigue queriendo imitar a Cristo a pesar de que otros lo puedan rechazar, criticar o perseguir por eso (Mateo 5:10-12; 1 Juan 2:6)
El creyente ahora, por su forma de vida, es sal y luz de este mundo, y Dios es glorificado (Mateo 5:13-16)
El creyente ahora vive en amor con sus hermanos en la fe (Mateo 5:21-26; 1 Juan 3:14)
El creyente ahora le es fiel a su esposa. Aún lucha cada día con no mirar codiciando a otra mujer. Incluso cuando nadie lo ve más que Dios (Mateo 5:27-30)
El creyente ahora lucha por su matrimonio y no se divorcia. Por más dificultades que haya en el camino (Mateo 5:31,32)
El creyente ahora siempre dice la verdad. Es confiable (Mateo 5:33-37)
El creyente ahora lucha por amar aún a sus enemigos (Mateo 5:38-48)
El creyente ahora da de su dinero para la causa de Cristo. Y lo hace sin esperar que nadie lo vea, sólo Dios. El lo hace por amor a Dios (Mateo 6:1-4)
El creyente ahora expone sus luchas, debilidades, necesidades y anhelos a Dios. Ora cada día fervientemente confiando que Dios lo escucha. Y tiene alabanza a Dios en su corazón (Mateo 6:5-15)
El creyente ahora está dispuesto aún a dejar de comer días enteros en pos de buscar a Dios. Y lo hace sólo por Dios, no para que otros lo vean (Mateo 6:16-18)
El creyente ahora valora más a Cristo, su reino y el agradarle que cualquier mejora en su calidad de vida que pueda conseguir en este mundo. El confía en Dios por su futuro (Mateo 6:19-34; 1 Pedro 2:7; 1:7,8)
El creyente ahora no tiene una actitud de crítica constante. El cultiva una cultura de gracia ante sus hermanos, sabiendo que lo siembre cosechará (Mateo 7:1-12).

Estas son las señales que Jesús dio, de que alguien es un verdadero hijo de Dios.
¿Ves estas señales, estas evidencias, de que Dios está trabajando estas cosas en tu vida?

Ahora, cuidado. Que Dios esté obrando estas cosas en la vida del verdadero creyente, no significa que no se trate de una lucha diaria.
Jesús dijo en Mateo 7:13,14:
“Entrad por la puerta estrecha; porque ancha es la puerta, y espacioso el camino que lleva a la perdición, y muchos son los que entran por ella; porque estrecha es la puerta, y angosto el camino que lleva a la vida, y pocos son los que la hallan”.

El “camino espacioso” es todo eso que no tenemos más que dejarnos llevar por impulsos carnales, naturales, pecaminosos. Lo hacemos sin esfuerzo, sin pensarlo.
La diferencia con el verdadero creyente, es que Dios está obrando en él, y ahora él, por la gracia de Dios, lucha conscientemente cada día por agradar a Dios. Por eso es un “camino angosto”. Dios produce “el querer como el hacer” en él (Filipenses 2:13), y ahora quiere transitar ese “camino angosto” y puede. Porque Dios puso a su disposición todo lo que necesita (2 Pedro 1:3). ¡Esta es la explicación de por qué ahora no sólo le dice “Señor, Señor” a Cristo, sino que le obedece en su vida como Señor. Ya no es un “hacedor de maldad” como aquellos a los que Cristo les dirá “nunca os conocí” (Mateo 7:23). Ya no es aquel que escucha lo que Cristo dice pero no lo hace, y un día será “grande su ruina” (Mateo 7:26,27).

No es que no haya una lucha diaria dentro de él. Al contrario, Efesios 6:10-18 habla de una lucha intensa, para la cual el creyente debe fortalecerse en el Señor cada día. Y Gálatas 5:17 lo describe como un combate entre la carne y el Espíritu. Juan Calvino alguna vez escribió: “He vivido aquí en medio de combates sorprendentes” (“Opera Calvini”, IX, 891).
Pero la diferencia con el verdadero creyente es que él lucha y vence cada día.
1 Juan 3:8-10 “El que practica el pecado es del diablo; porque el diablo peca desde el principio. Para esto apareció el Hijo de Dios, para deshacer las obras del diablo.
Todo aquel que es nacido de Dios, no practica el pecado, porque la simiente de Dios permanece en él; y no puede pecar, porque es nacido de Dios.
En esto se manifiestan los hijos de Dios, y los hijos del diablo: todo aquel que no hace justicia, y que no ama a su hermano, no es de Dios”.

Es muy similar a lo que Pablo le escribe a los corintios:
“¿No sabéis que los injustos no heredarán el reino de Dios? No erréis; ni los fornicarios, ni los idólatras, ni los adúlteros, ni los afeminados, ni los que se echan con varones,
ni los ladrones, ni los avaros, ni los borrachos, ni los maldicientes, ni los estafadores, heredarán el reino de Dios.
Y esto erais algunos; mas ya habéis sido lavados, ya habéis sido santificados, ya habéis sido justificados en el nombre del Señor Jesús, y por el Espíritu de nuestro Dios” (1 Corintios 6:9-11).

(Algo similar lo pueden encontrar en Efesios 5:1-10).


Luis Rodas


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