La catástrofe del hombre de doble ánimo



“Pida con fe, no dudando nada; porque el que duda es semejante a la onda del mar, que es arrastrada por el viento y echada de una parte a otra. No piense, pues, quien tal haga, que recibirá cosa alguna del Señor" (Santiago 1:6,7).

Santiago, con mucho amor pastoral, presenta algunas gemas invaluables en los primeros versículos de su carta acerca del sufrimiento, el gozo y la constancia.
Y luego, en los versículos del 6 al 8, resume una catástrofe que trata en diferentes secciones de su epístola: la catástrofe del "hombre de doble ánimo".  

Esta es la persona que pide pero no recibe, porque sólo imagina que cree lo que pide (1:6,7), que hoy decide algo quizás impulsado por la culpa pero todo queda rápido en el olvido (1:8), que escucha la Palabra pero no ve la necesidad de esforzarse en vivirla (1:22-25), ni puede ver el verdadero peligro en el que se encuentra (1:22-24); dice amar a sus hermanos pero los critica con toda facilidad (1:26; 3) encubriendo cada día con habilidad su desinterés triste por lo que les sucede (1:27; 2:15,16), pero sí creyéndose merecedor de que los demás se ocupen de él (2:1-9).

El es el que llena su boca de cuan bíblica es la salvación por fe y sólo por fe, pero prefiere no oír que esa fe produce una vida diferente (2:14-26); dice creer en la oración y hasta puede que enseñe acerca de ella, pero no ora (4:2).

 "Almas adulteras" que en su tibieza creen que están pudiendo relacionarse alegremente tanto con el mundo como con Dios  (4:4), cantando de su confianza en EL pero edificando sus vidas como si Dios estuviera muy lejos (4:13-15); a quienes Santiago exhorta: "vosotros los de doble ánimo, purificad vuestros corazones" (4:8), "así hablad, y así haced" (2:12).

Que terrible puede ser nuestra condición cuando vivimos así y aún creemos que estamos caminando bien.
Como alguna vez escribió Paul Tripp, llegamos a ser "ciegos de nuestra ceguera".
Nos excusamos aferrados a cualquier vana esperanza que encontramos por ahí, como si Dios fuera engañado juntamente cada vez que logramos engañar a nuestra propia conciencia.

La carta de Santiago desnuda una realidad: podemos estar "engañándonos a nosotros mismos" (1:22), "engañando nuestro corazón" (1:26) minimizando la catástrofe de nuestra tibieza.

 Hermano amado, mira tu vida, ¿se asemeja a lo que describe Santiago?
¿Tu vida "es semejante a la onda del mar, que es arrastrada por el viento y echada de una parte a otra" (1:6)?
 "El hombre de doble ánimo es inconstante en todos sus caminos" (1:8), ¿esto refleja tu último año de vida?
Presta atención, no habla sólo Santiago estas palabras, es Dios, en Su amor, que quiere mostrarte el peligro de tu verdadera condición.


Luis Rodas


.

0 comentarios:

Publicar un comentario

 

Instagram

Haz click AQUÍ

Twitter Updates

Sobre mí