12- Cultiva tu identidad, eres digno heredero



“Con gozo dando gracias al Padre que nos hizo aptos para participar de la herencia de los santos en luz” (Colosenses 1:12).

Si a la vida cristiana se le quita esto, pierde por completo su brillo.
 Podrás seguir adelante, pero como un ciego que avanza lentamente sin apenas ni darse cuenta que, frente a él, se encuentran cofres llenos de riquezas.

 En este versículo encontramos principalmente dos cofres cargados de tesoros invalorables que corremos el peligro de pasar ciegamente por alto:
el “Padre nos hizo aptos para participar"
“la herencia de los santos en luz"

 SOY HEREDERO
 El primer cofre de tesoros invalorables nos habla de que Dios hizo todo lo que era necesario para que nosotros estemos en el grupo de herederos.
 Este versículo afirma que "el Padre nos hizo aptos”.
 No sólo determinado día “nos hizo en el vientre de nuestra madre” (Salmo 139:13), sino que luego se tomó el tiempo de transformarnos en “aptos”.
 La palabra griega original es “jikanóo”: “suficiente, digno, capaz, competente” (“New International Dictionary of the NT Theology”).

 Formábamos parte de una raza de seres que nos hicimos “inútiles” a nosotros mismos al rebelarnos a Dios (Romanos 3:12).
Inútiles para que nuestra vida produzca algo de valor real y objetivo.
 El mismo Friedrich Nietzche, famoso defensor del ateísmo, afirmaba que “en un mundo sin Dios vamos a la deriva por la nada infinita” ("The Gay Science”). Confirmándolo luego con su propia vida, al vivir sus últimos 13 años en la oscuridad de la locura.

 Pero aquí Pablo le escribe a los colosenses una maravilla: Dios nos hizo “suficientes, dignos, capaces, competentes”.
 ¿Para qué?
 El Diccionario "Eerdman’s Exegetical of the New Testament” traduce así: “que nos hizo calificados para compartir la herencia de los santos en luz”.

EL HEREDERO DE TODO
 Existe una “herencia” en la que Jesús es el “primogénito” (Colosenses 1:15) y recibe la porción más importante; pero también un grupo de personas acceden a una parte de ella (Tito 3:7).
¡Que maravilla! ¿Qué ser humano puede ser digno de compartir la herencia de Cristo?
 Apocalipsis 5 refleja el momento donde Jesús asciende vivo a los cielos y el Padre tiene en su mano "un libro escrito por dentro y por fuera” que otorga el derecho legal de esta herencia (5:1).
 La magnitud de dicho documento era tal que “ninguno, ni en el cielo ni en la tierra, ni debajo de la tierra” no sólo “no podía abrir el libro” sino que ni aún podía “mirarlo” (5:3).
 Juan llora mucho al ver que nadie era digno de tomar posesión de esa herencia (5:4). Pero un ser en el cielo le dice: “No llores. He aquí que el León de la tribu de Judá, la raíz de David, ha vencido para abrir el libro” (5:5).
 Y Juan miró y vio “en medio del trono y de los cuatro seres vivientes, y en medio de los ancianos… en pie un Cordero como inmolado” (5:6).

 Hermanos, si esto no hubiera sucedido, ese llanto de Juan continuaría sin esperanza alguna, no sólo en él, sino en todos nosotros.
¡Alabado sea Dios por el “Heredero de todo” (Hebreos 1:2)! "El Cordero que fue inmolado es digno de tomar el poder, las riquezas, la sabiduría, la fortaleza, la honra, la gloria y la alabanza” (5:12).
 Allí se cumplió el Salmo 2:8, donde el Padre le dice al Hijo: “te daré por herencia las naciones, y como posesión tuya los confines de la tierra”.

 Y no sólo esto. Sino que Dios determinó que su victoria fuera la nuestra.
 De esta manera nos transformó en hijos suyos a través de Su Hijo (Juan 1:12,13), y así, en SUS méritos, nos otorgó instantáneamente la dignidad, calificación y suficiencia para ser declarados "herederos de Dios" (Romanos 8:17; Gálatas 3:29; 4:7).
¡Gloria a Dios!

 Como expresa aquel himno de 1857:
 "¡Yo soy de mi Amado y mi Amado es mío!.
 EL recibe a un pobre vil pecador en su hogar.
 Sobre Sus méritos me paro yo,
 no conozco otra base aquí,
 ni allí donde mora la gloria,
 en la tierra de Emanuel"
 (Anne Ross Cousin - “The Sands of Time are Sinking”).


Luis Rodas


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