Cultiva la humildad: recuerda la gracia contigo



“No yo, sino la gracia de Dios conmigo” (1 Corintios 15:10).

Cuando estamos ante "falsos hermanos” (2 Corintios 11:26) cumplimos el mandato bíblico de “contender ardientemente por la fe” (Judas 3), y en casos donde el ejemplo es muy negativo (Mateo 7:15-20) y “probado" (Apocalipsis 2:2), decidimos cumplir el gran consejo de Dios: “a éstos evita” (2 Timoteo 3:5).

La Palabra enseña clara y extensamente sobre vigilar y tener cuidado con este tipo de personas (Proverbios 4:14-19; 22:5; Isaías 8:11-13; Efesios 5:5-12; 1 Corintios 5; Tito 3:10,11; 2 Tesalonicenses 3:6,7; 1 Corintios 15:33; Mateo 7:6; 1 Timoteo 1:19,20; 2 Timoteo 2:17,18).
El gran peligro aquí para nuestro orgullo, es cumplir esto olvidándonos que si algo sabemos, somos o hacemos, es porque lo hemos “recibido” de Dios (1 Corintios 4:7).

IMPORTANTE
¡Esto NO significa que desechemos el discernimiento e ignoremos la cantidad de enseñanza bíblica al respecto!
¡NO!
El piadoso tiene los ojos bien abiertos y aprende más y más a distinguir.
Mira lo que escribe el apóstol Pablo: “no somos como muchos, que medran falsificando la Palabra de Dios” (2 Corintios 2:17).
¿"No somos como muchos”?
¿Tendría Pablo una idea de superioridad al escribir estas palabras?

1- Aquí encontramos, como en infinidad de otros casos, que Pablo, lejos de fomentar la ignorancia y la aceptación a todo y todos, enseña a discernir.
2- Esto era verdad. Pablo y sus colaboradores no actuaban "como muchos” y esto era un ejemplo a seguir por las Iglesias (2 Tesalonicenses 3:6,7).
3- Pero a esto agregaba 5 versículos después:
“no que seamos competentes por nosotros mismos, para pensar algo como de nosotros mismos, sino que nuestra competencia proviene de Dios” (2 Corintios 3:5).

Era necesario discernir lo falso de lo verdadero y enseñarle a las Iglesias a hacerlo (y ante casos que no admiten corrección, luego de reiterados intentos, era necesario evitar su compañía: 1 Corintios 5:9-11).
Era necesario puntualizar cómo los creyentes deben comportarse y marcarles el buen ejemplo.
Era necesario saber que si algo de esto podían vivir positivamente era por la “competencia (que) proviene de Dios”.

Algo similar encontramos cuando el apóstol Pablo les escribe su anterior carta a los hermanos en Corinto.
El ve la necesidad de decirles que “ha trabajado más que todos” los otros apóstoles. Pero a esto agrega: “no yo, sino la gracia de Dios conmigo” (1 Corintios 15:10).

La humildad no nos conduce a la liviandad ante el error, ni a la ceguera, ni a confundir lobos con ovejas, ni a abandonar o dejar de fomentar el muy necesario discernimiento. ¡NO!
Es justo lo contrario. Pablo les advierte que el no hacerlo es ORGULLO:
“ESTÁIS ENVANECIDOS. ¿No debierais mas bien haberos lamentado, para que fuese quitado de en medio de vosotros el que cometió tal acción?” (1 Corintios 5:2).
A Pablo no le temblaba el pulso al describir a ciertas personas como “hombres perversos y malos”. No decía: “bueno, quizás son hermanos que ya crecerán”. Sino que, en casos bien claros, escribía: “hombres perversos y malos; porque no es de todos la fe” (2 Tesalonicenses 3:2).

La humildad nos conduce a tener muy en cuenta todo esto, SIN OLVIDAR QUE SI ALGO SABEMOS, SOMOS O HACEMOS ES POR LA GRACIA DE DIOS.
El orgullo es debilitado cuando sabemos que lo que nos distingue de “falsos hermanos” “obreros fraudulentos” (2 Corintios 11:13,14) es la “gracia de Dios” con nosotros. Que si se hiciera a un lado la gracia de Dios, se vería con claridad que aún podemos ser peores que aquellos (Lucas 18:9-14).
“Por la gracia de Dios soy lo que soy” (1 Corintios 15:10).


Luis Rodas


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