¿Qué hago ante las consecuencias de mis errores?




Hoy vamos a estudiar el Salmo 3
En este Salmo vamos a encontrar el peor ataque que podemos recibir, el golpe más certero, el veneno más letal.
Como escribió Matthew Henry, “no puedes afligir a un cristiano con algo peor” que esto (citado por Charles Spurgeon en “El Tesoro de David”. Pag. 25)..

Pero también vamos a ver el remedio más efectivo e infalible.
Todos nos hemos equivocado en cosas y ahora tenemos consecuencias. ¿Qué hacemos?


Salmo 3:1,2 "¡Oh Jehová, cuánto se han multiplicado mis adversarios!
Muchos son los que se levantan contra mí.
Muchos son los que dicen de mí:
No hay para él salvación en Dios. Selah".

Al leer el título encontramos un dato MUY importante para entender este Salmo: “Salmo de David, cuando huía de delante de Absalón su hijo”.
2 Samuel 15-17 relata como Absalón, hijo de David, logra sublevar a casi todo el pueblo contra David para lograr posicionarse él como rey de Israel (2 Samuel 15:1-6).
Hasta que logró su rebelión contra su padre.
Por esto los primeros 2 versos del Salmo 3 dicen:
Salmo 3:1,2 "¡Oh Jehová, cuánto se han multiplicado mis adversarios!
Muchos son los que se levantan contra mí.
Muchos son los que dicen de mí:
No hay para él salvación en Dios. Selah".

“cuanto se han multiplicado mis adversarios”
“muchos son”
“muchos son”

No fueron tantos por casualidad. Absalón había hecho un trabajo de:
- incitar a otros contra David
- unirse con los enemigos de David

Y en el verso 2 encontramos el peor ataque que podemos sufrir:
Salmo 3:2 "Muchos son los que dicen de mí:
No hay para él salvación en Dios". 
Charles Spurgeon: “Si todas las pruebas que nos vienen del cielo, todas las tentaciones que ascienden del infierno, y todas las cruces que se levantan de la tierra pudieran mezclarse y oprimirnos, no podrían hacer una prueba tan terrible como la que está contenida en este versículo. Es la más amarga de todas las aflicciones: temer que no haya ayuda ni salvación para nosotros en Dios. No obstante, recordemos que nuestro bendito Salvador tuvo que sufrir esto el grado sumo cuando exclamó: ‘Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has desamparado?’” (“El Tesoro de David”. Pag. 25).

El enemigo de nuestras almas intenta a través de personas hacernos pensar que Dios nos ha desechado y que en lo que estamos pasando no nos va a ayudar. Simplemente lo que sucede es una consecuencia de algún pecado y EL se ha cansado de nosotros.
“No hay para él salvación en Dios”
Elifaz, el “amigo” de Job acusó a Job en medio de su sufrimiento:
Job 22:5 "Por cierto tu malicia es grande, Y tus maldades no tienen fin".
“Estás así por tu pecado. Dios te derribó. Ya sabía que te iba a pasar”.

William Gurnall, predicador puritano del siglo 17: “Cuando el creyente pone en duda el poder de Dios, o su interés en él, su gozo desaparece como la sangre sale de una arteria cortada. Este verso es, verdaderamente, una herida dolorosa” (citado por Charles Spurgeon en “El Tesoro de David”. Pag. 25).

Por esto el diablo intenta condenarte para que ya te veas tan condenado, rechazado y sin posibilidad de restauración, que abandones: “¿Para qué seguir intentándolo? Nunca voy a poder”.
En el caso de David esto que estaba viviendo era consecuencia de su pecado. Cuando David adulteró con Betsabé y asesinó a su esposo, Dios le dijo:
2 Samuel 12:9-11 "¿Por qué, pues, tuviste en poco la palabra de Jehová, haciendo lo malo delante de sus ojos? A Urías heteo heriste a espada, y tomaste por mujer a su mujer, y a él lo mataste con la espada de los hijos de Amón. 
Por lo cual ahora no se apartará jamás de tu casa la espada, por cuanto me menospreciaste, y tomaste la mujer de Urías heteo para que fuese tu mujer. 
Así ha dicho Jehová: He aquí yo haré levantar el mal sobre ti de tu misma casa, y tomaré tus mujeres delante de tus ojos, y las daré a tu prójimo, el cual yacerá con tus mujeres a la vista del sol".

Y sus enemigos aprovecharon esto para decirle: “Tú ya estás perdido. Simplemente entrégate en nuestras manos. Dios te ha abandonado por tu pecado. Como le dijo a Job su esposa: ‘maldice a Dios, y muérete’ (Job 2:9)”.
David había pecado, Dios le había dicho que tendría consecuencias por ese pecado. ¿Qué hace? ¿Deja que sus enemigos lo destrocen porque Dios ya no lo va a ayudar?
David estaba acostumbrado a vencer a todos sus enemigos porque decía: “Jehová es la fortaleza de mi vida” (Salmo 27:1).
¿Pero ahora? Esto era distinto. Estos enemigos venían como consecuencia de sus errores.

Llevando esto a nuestras vidas: para identificarnos con este salmo no necesitamos haber cometido pecados terribles como los de David. Todos a lo largo de los años nos hemos equivocado en situaciones, decisiones, actitudes, prioridades, etc...
Y los errores tienen consecuencias. En el caso de David fueron terribles sus consecuencias.
Nuestra razón principal para buscar agradar a Dios en todo es porque le amamos. Le amamos más a EL que a nuestros deseos.
Pero lo segundo es que el pecado puede tener consecuencias terribles, devastadoras.
A veces podemos pensar: “Bueno, yo deseo esto, lo hago y después Dios me perdona”. Pero después quedamos atados al pecado porque este sube como una enredadera y no nos deja (Proverbios 5:22; 6:28).
Un pecado nunca viene solo, siempre trae compañeros que nos hunden más y más.
Pero una vez que nos hemos equivocado, porque todos nos hemos equivocado en cosas, ¿qué hacemos?

Hay padres que se han equivocado con sus hijos, y ahora la consecuencia es que sus hijos no creen en nada, son rebeldes, avergüenzan a sus padres en todo momento (al ir a visitarlos los padres no saben como esconderlos).
¿Ahora qué hacen?, ¿se rinden y dejan a sus hijos como casos perdidos porque ya fracasaron? ¿Se resignan a tener un caos en su familia? ¿Dios aun puede y quiere hacer algo?

Hay matrimonios que se han dicho cosas horribles, tienen una relación inexistente, ya sea por errores antes de conocer al Señor o por errores más actuales, y parece imposible un cambio, ¿qué hacen?, ¿ya no oran porque Dios obre porque lo que tienen es simplemente una consecuencia de sus errores?¿Dejan que su casa sea un caos?

Hay personas que han caído mil veces en lo mismo, ¿qué hacen? ¿No claman al Señor por ayuda porque ya es tarde?
¿Dios quiere y puede ayudarnos aun cuando la consecuencia de nuestros errores se levanta delante nuestro cada mañana para avergonzarnos?
El diablo a todo esto va a responder: “NO, ya no hay solución, tú has hecho todo lo necesario para que Dios se canse de ti.
No hay salvación para ti salvación en Dios. Dios te desechó. Maldice y muérete”.
O el diablo te lleva al libertinaje, o te hablará de tanta santidad, pureza y perfección que serás una rama con tanto peso que se caerá del árbol.
Esta también es una estrategia del diablo como pueden leer en (2 Corintios 2:5-11).

Si nuestros enemigos logran poner nuestra mirada en “No hay para él salvación en Dios”, ellos tienen posibilidades de hacernos tropezar.
Si tu caminar con Dios está basado en tus virtudes, este veneno letal te va a herir.
Porque tarde o temprano el enemigo va a retorcerte en tu cara tus errores y le vas a creer: “No hay salvación para mí en Dios”

Pero esta NO fue la actitud de David.
Lo primero que sí o sí necesitamos es reconocimiento de nuestros pecados, humillación y arrepentimiento.
Y ¡vaya que David tuvo todo esto!
En el Salmo 51: “yo reconozco mis rebeliones... he pecado... he hecho lo malo delante de tus ojos”.

¿Y cuando vienen las consecuencias?
Los enemigos le decían a David: “NO, tú estás vencido, Dios te dejó”
Literalmente: “No hay salvación para él en Dios”

Pero mira a David:
Salmo 3:3 “Mas tú, Jehová”
Toda nuestra salvación comenzó igual (Efesios 2:1-4)
“Pero Dios.....
que es rico en misericordia”

Lo mismo lo encontramos en Tito 3:3,4.
“Pero...
cuando se manifestó la bondad de Dios nuestro Salvador”

Así fue en nuestra salvación, y así también es en nuestras luchas cotidianas:
“Mas tú, Jehová”
Y aun podemos clamar y confiar en el Señor cuando lo que estamos enfrentando son consecuencias de nuestros errores.
Salmo 3:3-7 "Mas tú, Jehová, eres escudo alrededor de mí;
Mi gloria, y el que levanta mi cabeza.
Con mi voz clamé a Jehová,
Y él me respondió desde su monte santo. Selah
Yo me acosté y dormí,
Y desperté, porque Jehová me sustentaba.
No temeré a diez millares de gente,
Que pusieren sitio contra mí.
Levántate, Jehová; sálvame, Dios mío;
Porque tú heriste a todos mis enemigos en la mejilla".

“Levántate, Jehová; sálvame”
Las consecuencias venían a su cara a avergonzarlo y decían: “No hay salvación para él en Dios”.
Pero David oraba: “Levántate, Jehová; sálvame”
Las consecuencias venían a su cara a decirle: “Estás derrotado, lo has perdido todo y te lo mereces”.
Pero David oraba: “Mas tú Jehová... el que levanta mi cabeza” (3:3).

Y David termina el Salmo diciendo:
Salmo 3:8 "La salvación es de Jehová; Sobre tu pueblo sea tu bendición".

Y finalmente Dios le dio victoria. Sus enemigos fueron vencidos y él volvió a reinar (2 Samuel 18,19).
Está claro que David jamás hubiera querido todas esas consecuencias de sus pecados.
Pero también está claro que aun no es tarde (Salmo 37:24).
Podemos clamar a Dios: “Señor, tú eres mi escudo, mi gloria, quien levanta mi cabeza... Haz de mi vida lo que quieras, haz de mi familia lo que quieras. Yo reconozco mi pecado, reconozco mis malas decisiones, mis mañas actitudes, mis descuidos.
Pero pongo mi vida en tus manos. Levántate, sálvame. Tú aun puedes glorificarte en mi vida, en mi familia, con mis hijos, en mi matrimonio, en esto y en aquello.
Es imposible para mí... Mas tú Señor... Mas tú Señor... Tú eres Dios sobre todo, habrá algo que sea difícil para ti.
No se qué harás. No se cómo lo harás. Pero se que tú me vas a dar victoria” (Proverbios 3:6)

Si no nos ayuda el Señor a enderezar nuestras veredas, ¿cómo las vamos a enderezar entonces?
1 Samuel 2:9: “nadie será fuerte por su propia fuerza”

Hermanos, como cantó David en este Salmo: “la salvación es de Jehová”... “la salvación es de Jehová”...


Luis Rodas


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